Aunque durante el presente año nuestro particular clima haya estado lejos de provocar inundaciones, un novel artista nacional les dedica una exposición entera. Es Cristóbal Cea, digno ganador del Premio Mavi/BHP/ Minera Escondida 2016. Su actual instalación, en uno de los pisos del Museo de Artes Visuales, comprende videos, esculturas y un par de imágenes con apariencia de grabados. Todo ello opera eminentemente a través de sus partes. Probablemente, los videos constituyen la porción principal. Se despliegan mediante un políptico y tres unidades separadas. Sorprenden en especial estas últimas, con sus fantasmagóricos niños muñecos que emergen desde el agua, hundiéndose de nuevo. Unos están provistos de aletas de peces, hablando y cantando un lenguaje de metáforas, mientras el tercero, de cuerpo normal, nos interpela con sencilla lógica infantil. Realista, en cambio, la filmación mayor se compone de una gran imagen desarrollada en cuatro soportes; ofrece fragmentos de noticieros de televisión acerca de catástrofes, provocadas por devastadoras inundaciones en diversos lugares habitados del planeta: desde la norteamericana de Nueva Orleans, hasta una en París. Por momentos, también el autor fantasea con ciertas vistas.
En cuanto a los algo desconcertantes volúmenes que participan, la acumulación de desecho eléctrico, a partir de plástico en impresión 3D, se muestra capaz de crearnos un muy interesante y apenas reconocible desnudo reclinado -el mono de peluche acompañante no lo favorece-. Formas cargadas de visceralidad definen, por su parte, los fundidos abstractos de aluminio. El ingrediente pictórico en esta instalación se halla representado por el fotomontaje de un par de variaciones hermosas, alrededor de la interpretación impecable del prototipo cubista. Si bien su temática se aparta de la tónica general, lo armonioso de su composición y de su colorido conquistan al espectador. Desde luego, al joven expositor no le falta empuje creativo ni fantasía personal.
Ornato religioso
De pintores anónimos virreinales, 11 cuadros ornamentados con flora imponen su alegría en el Centro de Extensión de la Universidad Católica. Pertenecen a la Colección Joaquín Gandarillas. Más allá de su condición de testimonios peruanos de época, seis de ellos destacan por su calidad pictórica. Dos corresponden a seguidores de Quispe Tito y de Espinosa de los Monteros. Obras del tercer tercio del siglo XVII, dejan ver una marcada influencia manierista: Sagrada Familia con San Juanito, la movilidad un poco exagerada de los dos infantes -Jesús, sobre todo-, en Sagrada Familia con San Juanito y en Virgen con el Niño, lienzo además dotado de un hermoso paisaje italianizante, alrededor de los fugitivos a Egipto, y de la mirada muy expresiva de María.
Ya del primer tercio del siglo XVIII, lluvia de flores caracterizan a Doble Trinidad, donde el dinamismo manifiesto de José, de Jesucristo adolescente y, arriba, de Dios Padre, contrastan con la dignidad recatada con que la Virgen mueve su mano. Similar derrame floral individualiza la estática y ceremoniosa Inmaculada Concepción de la Catedral del Cusco. También en actitud ceremonial está volcada Nuestra Señora de Pomata entre San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, obra de un seguidor de Espinosa de los Monteros. Del mismo tiempo de las pinturas anteriores, en el joven y barbado San José con el Niño Jesús, ambos protagonistas cruzan con devoción sus miradas. Complementa la exhibición una especie de glorieta hexagonal cuajada de flores artificiales; en ella mora una pequeña imagen encantadora de una Inmaculada Concepción sobre el mundo, talla quiteña dieciochesca.
SEGUIDORES DEL DILUVIO
Fantasía representativa de Cristóbal Cea, alrededor de avalanchas acuáticas
Lugar: Museo de Artes Visuales
Fecha: hasta el 11 de noviembre.
FLORES SAGRADAS EN LA PINTURA VIRREINAL
Linda faceta de la pintura anónima sudamericana
Lugar: Centro de Extensión de la Pontificia U.C.
Fecha: hasta el 26 de enero de 2019.