A estas alturas es bastante obvio decir que fue vergonzosa la reacción que tuvo Evo Morales ("Debo Modales", podría ser su apodo ahora) luego de que su teoría de que Chile estaba obligado a negociar una salida al mar con Bolivia fuese derrotada por goleada en La Haya.
Es que cuando uno pierde de manera humillante -como le ocurrió a Morales, en esta ocasión- uno tiene básicamente tres posibilidades: la "derrota digna", la "derrota indigna" y la "derrota cuática".
La "derrota digna" se produce cuando uno, tras terminar el partido, manteniendo la frente en alto y guardando silencio, se acerca al otro equipo y al árbitro y los felicita y agradece. Porque en todo duelo siempre está la posibilidad de ganar o perder, y esta última posibilidad es aún más grande cuando uno no posee una historia de triunfos en la competición o cuando uno improvisa una estrategia. Y ese es el caso de Morales.
Por eso, uno debe ser digno en la derrota: reconocer los méritos del rival y no intentar desprestigiarlo a él o al árbitro o al tribunal. En eso consiste la decencia.
La "derrota indigna" se produce cuando uno rompe a llorar desconsoladamente al conocerse el desenlace de la disputa y ruega otra oportunidad o trata de que las cosas cambien a través del viejo expediente de "provocar penita". Es indigno, obviamente.
Y la "derrota cuática" se configura cuando uno intenta invocar una supuesta irregularidad en la competencia; cuando trata de instalar la idea de que la cosa estuvo viciada, de que hubo barullo, jaleo, mogollón, y eso convierte en nulo el resultado.
La "derrota cuática", si bien es siempre repudiable, puede desplegarse de manera más elegante o más vulgar. Evo Morales, al decir que la Corte cometió errores, que emitió un mero "informe" en vez de un fallo y que por tanto enviaría una carta a la ONU denunciando lo anterior, reaccionó de manera inequívocamente "cuática" frente a su derrota.
Pero cuidado, en este tipo de asuntos no es bueno pontificar -en ninguno en verdad-.
Ya lo intuyen. Una de las derrotas más "cuáticas" en la historia de la humanidad -sé que exagero, pero necesito marcar el punto- fue el "Maracanazo", cuando varios miembros de la selección chilena de fútbol intentaron engañar al mundo simulando una agresión para evitar una inevitable eliminación a un mundial. Eso fue más que "indigno"; fue "cuático". Creo que ahí queda clara la diferencia.
Pero todo mi punto es otro. Lo que he querido decir en esta columna es que tan importante como ser digno en la derrota, es también ser digno en el triunfo. Por lo que hemos visto desde el domingo pasado en adelante, no está demás decir que tampoco es decente humillar al derrotado o golpearlo en el suelo. Y esto vale para las dos grandes noticias de esta semana: para el fallo en la corte de La Haya y para la efeméride de los 30 años del plebiscito del 5 de octubre de 1988.
Cada uno sabrá en qué categoría ubicarse.