Larga vida ha tenido esta novela de Mario Levrero, terminada en 1993, editada en Uruguay en 1996, en España en 2007, en Argentina en 2009 y ahora en Chile en 2018. Y muy merecida. Aunque
La novela luminosa, publicada un año después de su muerte, es su obra más destacada, un hito mayor en la literatura de este siglo,
Dejen todo en mis manos es un libro singularmente atractivo, perfecto en su ejecución, breve y preciso, divertido y despiadado. El personaje protagónico, gordo, adicto al tabaco, dotado de una portentosa imaginación y una capacidad asociativa envidiable, y con una capacidad todavía mayor para reírse de sí mismo, tiene también fuertes tintes autobiográficos, igualmente presentes en su obra póstuma. Solo que acá hay una trama vagamente policial, una pesquisa en el interior uruguayo, en la provincia, en uno de esos pueblos desolados que se replican a lo largo y lo ancho de América. En Penurias, pueblo cercano a Miserias y Desgracias, un escritor cuyos libros reciben casi invariablemente como respuesta de los editores la frase "es bueno, pero...", debe desarrollar una misión: encontrar al autor de un manuscrito que responde al nombre (o al seudónimo) de Juan Pérez. Se trata de una novela que no tiene ningún pero y que el editor ya ha ofrecido, con éxito, a unos misteriosos suecos, pero, para concretar el negocio, necesita la firma del autor.
El protagonista piensa que es pan comido. Que demorará, a lo sumo, uno o dos días. Que en un pueblo pequeño no puede ocultarse un gran escritor. Pero, ya en Penurias, las cosas comienzan a complicarse. Levrero retrata acá la provincia de una manera inigualable; las calles polvorientas, los bares infames, la curiosidad de los locales por el forastero, la vida como una eterna repetición de la siesta, el churrasco y la resaca. A ello el autor suma rasgos tan propios de su narrativa, el aire levemente onírico que suele cernirse sobre hechos anodinos, la capacidad para crear personajes en dos o tres trazos y el humor devastador, donde la principal causa de la risa es el yo que narra su seguidilla de desgracias, sus profundas miserias. Levrero también se las arregla para mostrar la distancia que suele haber entre la autoimagen y lo que de verdad muestra el espejo. Es como ingresar en un túnel que cada vez parece deformarse más. Bajo tierra, con la pesadez del calor y la humedad, alguien respira por la boca, busca la luz, la salida, y solo se da golpes en la cabeza, y nos reímos del espectáculo.
MARIO LEVRERO
Literatura Random House, Santiago, 2018.
124 páginas.