Es muy importante entender que los celos no son siempre una reacción, como con frecuencia asumimos que son. La verdad es que no siempre están determinados por las circunstancias, donde típicamente sentimos que hay un "rival" de por medio. Los celos se asocian a la rivalidad en el amor. Si bien la psicología ha relacionado en el origen de los celos a Edipo, a la rivalidad temprana con el padre/madre del mismo sexo, no basta como explicación. Es cierto que repetimos las experiencias de nuestra infancia una y otra vez, pero no lo hacemos voluntariamente y si somos sanos, vamos cambiando las reacciones a medida que crecemos y acumulamos experiencias propias.
Los celos son una reacción de rabia, odio, miedo ante la competencia por el amor de un ser querido. Pero hay que agregar un componente muy importante, que es la humillación (en la fantasía o en la realidad), que inevitablemente acompaña a los celos y que produce una herida en la confianza de uno mismo y una pérdida de la seguridad. Así uno reaccione con rabia, con castigo, con pena o con escape y abandono, es el yo el que queda herido porque fue vencido, porque pierde su sensación de ser valioso y, generalmente, se deprime y se siente culpable (con o sin conciencia de ello). Porque un ataque a la seguridad desde un ser querido es una prueba de que no somos queribles (o así lo leemos). Aun cuando la reacción sea la rabia o la furia o la fantasía de venganza, persiste esa sospecha de que no fuimos "suficiente". Quedamos expuestos al peligro de poner en duda nuestra propia identidad. No solo afecta la pérdida real o posible del ser amado, sino que sentimos que nos están "robando" algo que era nuestro, y con ello, nuestro mundo construido.
Pero no siempre los celos están ligados a la tristeza de perder al ser amado o al que me pertenece por ley y por historia. Está también ligado con una fuerza muy particular a las sensaciones de miseria, a los sentimientos de culpa y a contactarse con ese sentimiento inconsciente de no ser atractivo, amable, digno de respeto y admiración. Pasamos gran parte de nuestra vida psíquica en la tarea de construir una balanza entre nuestros impulsos de vida y de muerte, de construcción y destrucción. Nuestra y de los que amamos. La infidelidad destruye esa balanza. Pero lo que vale es la reconstrucción de nuestra identidad si la vida nos hiere. Esa es la gran tarea.