Rubem Fonseca es un autor recurrente en esta columna, por razones editoriales y literarias: es uno de los grandes escritores latinoamericanos de nuestra época. Tras una primera ola de ediciones en castellano en España y Colombia en los ochenta y noventa, por Seix Barral, Edhasa y Norma, en las últimas décadas otras editoriales chilenas, argentinas y mexicanas han tomado el relevo. Destaca la criolla Tajamar, con traducciones al castellano de Chile, siempre bienvenidas. De hecho, en un ejemplar acto de ampliación de los horizontes lingüísticos, este volumen incluye los cinco primeros libros del escritor brasileño, con una traducción argentina, dos mexicanas y dos chilenas. Uno de ellos,
Feliz año nuevo, también tiene una versión criolla, pero quizá el traductor exageró la nota. Compárese los dos inicios: "Vi en la tele que las tiendas cuicas estaban vendiendo como locas ropa bonita", frente a "Vi en la televisión que los grandes almacenes estaban vendiendo como locos ropa cara".
La gran novedad es que esta edición incluye
Los prisioneros, el primer libro que publicó en 1963. Hay una edición española que no llegó a Chile y la argentina, muy reciente, está recogida en este volumen. Al leerlo, especialmente el último cuento, "El enemigo", que se asemeja más a una novela corta por su extensión y complejidad, uno se pregunta, realmente, por qué el brasileño no fue considerado de inmediato como parte central del
boom latinoamericano. Es cierto que Fonseca no exponía aún la línea argumental que sustenta buena parte de su obra, -la deriva policial y legal que da cuenta de la violencia, la corrupción y la miseria en Río de Janeiro-, pero ya se advierte a un autor bien dotado para contar historias inquietantes o divertidas, que maneja los tiempos del relato y no cesa de crear grandes personajes. Luego iría ajustando el estilo y los temas hasta lograr la terrible eficacia narrativa de un libro deslumbrante como
El cobrador (traducción chilena), sin dejar de sacar a la luz una cierta historia de las ideas en América Latina donde las notas distintivas son la ironía y el humor. "Freud fue un tipo que nunca amó y yo no creo en Freud, ¿usted sí? Freud es una cuestión de fe, uno cree o no cree en él. Yo no creo. Lo mismo pasa con Marx. Lo único que uno puede hacer con ellos es colgar o no colgar su retrato en la pared".
Rubem Fonseca
Tusquets,
Buenos Aires, 2018.
580 páginas.