En el 70° aniversario de la muerte de Vicente Huidobro (1893-1948), el tercer talento mayor de la poesía nacional después de la Mistral y Neruda, se podría creer que llegó para las últimas generaciones la oportunidad de apreciar una de las facetas desconocidas del fundador del Creacionismo. Aquí, a medio siglo de su tardío debut, retorna a escena "En la luna", una de sus dos obras teatrales, de 1934; la otra, "Gilles de Raíz", publicada en París un par de años antes, nunca se ha representado.
Definida por su autor como 'pequeño guiñol', es decir, teatro de títeres, la estrenó en 1965 el grupo independiente El Callejón, en adaptación recortada por Gustavo Frías. Después ha tenido varias versiones de corte educacional o en egresos académicos. La razón es la desmesurada extensión del texto, cuyas exigencias hacen inviable su abordaje total: sus 13 cuadros divididos en cuatro actos mueven a un centenar de personajes.
Pensado como teatro musical y familiar, este es también un proyecto docente trabajado a partir de 2016 por la Escuela de Teatro de la U. Finis Terrae, bajo la dirección de la actriz y cantante Elvira López, con funciones al aire libre. Su tercer ciclo de presentaciones es el primero en sala de la obra en mucho tiempo y -con sus 20 ejecutantes, entre alumnos y egresados más cuatro músicos- el de más extenso elenco hasta ahora.
En los 75 minutos que dura, la primera impresión que da es que el resultado privilegió el espectáculo y la música en desmedro de los méritos de la obra misma. Del texto se conserva apenas el meollo de la historia y la idea básica de sátira política para contar -entre cantos corales y abundante música incidental-, la disputa por el poder en la Luna; los candidatos electorales en competencia primero, y luego las maniobras de políticos corruptos y generales.
Pero el relato fue tan simplificado en su letra y espíritu que poco se percibe del ánimo trasgresor y vanguardista de Huidobro, que aún pervive, ni de su sustancia y estilo. Bien lejos de la liviana y desarticulada experiencia que brinda quedan su aire disparatado y diálogos absurdos, muy anteriores a Ionesco; sus raíces en autores como Jarry, Valle Inclán o Pirandello; el reflejo que conlleva de la situación política que el poeta palpó en Francia y la que halló al volver a Chile, y ciertos materiales estilísticos que han sido objeto de sesudos análisis académicos, como el recurso del teatro dentro del teatro y el tema del juego de espejos. Amén de la discusión sobre si la pieza califica o no como exponente del Creacionismo.
Graves son las falencias de ejecución. La música sonando a buen volumen casi todo el tiempo y la mala técnica vocal del elenco, hacen que se entienda apenas la mitad de la palabra hablada y cantada, así que uno se suele preguntar qué es lo que está siguiendo. Solo tres o cuatro ejecutantes parecen tener presencia y carácter escénico; la mayoría, como si fueran principiantes, se perciben inseguros, sin capacidad de juego, marcando. Los personajes lucen sin interés ni gracia, y, peor aún, el humor farsesco no funciona. Ni siquiera la música logra llenar de energía la languidez de la entrega. En verdad, más valía que no hubiera llegado a la cartelera formal.
Teatro Finis Terrae. Viernes 21:00 horas. Sábados 19:00 horas. Hasta el 22 de septiembre.