Dos preguntas del mismo Jesús muy actuales son las que iluminan la reflexión del evangelio de hoy. La primera va dirigida a la sociedad: ¿Quién dice la gente que soy yo? En general, la respuesta hoy es positiva. Incluso más que en tiempos de los primeros cristianos, la gente conoce y estima el mensaje de Jesús. Encontramos en no creyentes respeto a su persona y aceptación del mensaje de caridad, tan presente en sus enseñanzas. Pero la segunda pregunta que hace el Señor orienta la primera, pues no basta con conocer su mensaje: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro responde con precisión teológica: "Tú eres el Mesías". Pero pareciera que no va por ahí la inquietud del Señor, sino más bien está preguntando por qué lugar ocupa Él en nuestra vida: ¿Quién soy yo para ustedes?
Esta segunda pregunta es fundamental, pues Cristo no es para nosotros solo una gran persona con un mensaje contundente. Creer en Él no es saber quién es Él, reconocer que existió y conocer los dogmas profesados por la tradición eclesial. Ser creyente no se trata de tener un conocimiento acabado sobre Jesucristo, sino que consiste en adherir con la vida a Él, imitarlo en su forma de relacionarse y amar, reconocer que solo en Él encontramos la fuente de vida plena y eterna. Es conocerlo, amarlo y seguirlo.
Esto también lo plantea la segunda lectura de hoy, tomada del apóstol Santiago, que entra en la relación entre la fe y las obras. ¿Qué es lo que refleja nuestra condición cristiana: el creer en Cristo o el hacer el bien? ¿Se puede creer y no amar al prójimo? ¿Se puede hacer el bien sin tener fe? Para nosotros, cristianos, esta disyuntiva no existe, pues la fe se traduce necesariamente en una forma de vida donde se busca encarnar el Evangelio. Ser cristiano no consiste en adherir a un conjunto de ideas y quedarse en la casa contento con ellas. Seguir a Cristo necesariamente consiste en salir a anunciar la palabra del Señor, que es fuente de vida para todos, y hacer lo posible para que esa palabra se haga realidad en nuestra sociedad: es la tarea de la construcción del Reino. Creer en Cristo es hacer vida su Evangelio.
Septiembre es para nosotros un tiempo de celebración y también de profunda reflexión acerca de nuestra patria y nuestra identidad chilena. Y la tradición cristiana es parte de esa identidad, pues ha estado presente en nuestra historia desde sus inicios. El Padre Hurtado se preguntaba hace 70 años: ¿Es Chile un país católico? Tal vez en Chile se conoce hoy a Jesús y su mensaje.
Pero la tarea no está terminada, pues el conocimiento verdadero de Cristo lleva necesariamente a transformar la vida y la sociedad. Todavía convivimos con valores y criterios mundanos que nos hacen amar, pero de una forma egoísta; criterios que buscan el éxito en el trabajo, a costa de pasar a llevar a los otros; valores que terminan creando injusticias y desigualdades; ritmo de vida que termina descartando y dejando a la orilla del camino a los más necesitados. Pareciera que, en general, creemos en Dios, pero vivimos entrampados en los criterios del mundo.
Cristo nos importa, al punto que queremos que sea el centro de nuestra vida. Y nos importa también nuestra familia y nuestro país, y especialmente nos importa el más necesitado. No son cosas distintas, sino que todo es parte de lo que significa conocer, amar y seguir a Cristo.
"Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: 'El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará'.(Marcos 8, 34-35)