Los numerólogos deben estar como locos. La celebración de este "18", en el año 2018, nos dejará como "legado" - sorry , no encontré otra palabra- varios récords, como su extensión XL, sus tacos históricos... y el fin de varias tradiciones.
El Tedeum ya no lo preside el arzobispo ni se transmite en cadena nacional de televisión, por ejemplo. Y en la víspera, también vimos morir otra práctica típica de nuestro sistema político: la institución del pareo parlamentario.
El pareo se define en el reglamento de nuestro Congreso Nacional como un "acuerdo de caballeros" en que dos parlamentarios de posición contraria se comprometen a no participar en ninguna votación si alguno de ellos está ausente.
El espíritu del pareo no es dejar en la impunidad el ausentismo de los legisladores, sino evitar que el azar (un accidente, una enfermedad, una urgencia personal, un viaje por pega) altere artificialmente el equilibrio de fuerzas definido por el resultado de las elecciones democráticas.
Pero la institución del pareo fue rota este jueves cuando se votó la acusación constitucional contra tres ministros de la Corte Suprema.
El diputado socialista Marcelo Schilling estaba pareado ese día con un diputado UDI, pero al ver que la acusación fracasaría -por un voto- en la llamada "cuestión previa" decidió romper el "pacto de caballeros" y emitir su sufragio. Gracias a eso, la iniciativa avanzó a una siguiente ronda, donde igual se perdió.
"Muchos en el hemiciclo sentimos un terrible escalofrío cuando vimos lo que hizo Schilling", me confesó un diputado UDI, y agregó que sintió que en ese momento se hacía humo el último bastión de "fair play" que iba quedando en la política. "Desde ahora, nadie más va a respetar los pareos. Los que no lo hagan, solo van a alzar los hombros y dirán: 'qué tanto, si solo hice la "Gran Chilling'", terminó de comentarme.
Esa última frase me dejó a mí de una pieza. Porque no dijo "Schilling"; dijo "Chilling". Y "chilling", si lo buscan en cualquier traductor idiomático, significa "escalofriante" en inglés.
Eso me llevó a pensar que quizás el diputado Schilling estaba predestinado a ser él quien terminara en Chile con la institución del pareo parlamentario. Y por tanto no sería su culpa, porque él sería solo un instrumento del destino.
Es que quizás el pareo es una práctica demasiado civilizada para los tiempos que vivimos. Hoy los acuerdos son vistos como pecaminosos. Sentarse a conversar para acercar posiciones, limar asperezas, buscar el bien común es un acto espurio: se le denomina "cocina", como si en la cocina ocurrieran cosas sucias y amargas, cuando en general es todo lo contrario.
Es un poco lúgubre el final de esta columna. No quiero que sea así, porque estamos en mitad de las Fiestas Patrias. Por eso me acordé de un chiste, que rima con el tema del que estamos hablando. Es el cuento de la señora de campo que va al médico porque sospecha que está embarazada. El ginecólogo le hace entonces la pregunta clave: "¿Ha tenido algún mareo?". Entonces ella le responde: "Claro que sí, pues, está trabajando allá en el campo".
Entonces pensé en qué responderíamos los chilenos si alguien nos preguntara: "¿Ustedes tienen pareo?". Tendríamos que responder que no, porque ya no tenemos "caballeros".
Sorry , igual quedó amargo el final. Salud por el pareo, QEPD.