Las últimas semanas se ha producido un debate sobre los protagonistas del triunfo de la opción NO a la continuidad de Pinochet en el plebiscito que se efectuó el 5 de octubre de 1988. En el intercambio de opiniones en este diálogo se confrontan quienes sostienen que el triunfo de esta opción derivó de la estrategia empleada por la Concertación de partidos por el NO y que se expresó en aquella campaña que sostenía que bastaba para derrotar al dictador un "lápiz y un papel". Los mismos y otros sostienen que lo fundamental para el triunfo fue la franja del NO. Por otra parte, otros sectores de aquella oposición le asignan un rol fundamental a la política de confrontación directa con la dictadura a través "de todas las formas de lucha". Estimo que ambas líneas de argumentación no son suficientes para explicar dicho triunfo. Mirado en perspectiva de largo aliento, creo que el triunfo sobre Pinochet, quince años después, empezó el mismo 11 de septiembre de 1973, relevando ese día el discurso del Presidente Allende. Tanto es así que el Presidente fue hasta premonitorio cuando sostuvo "que más temprano que tarde, se abrirán las grandes Alamedas". Lo anterior ocurrió el 6 de octubre de 1988, cuando decenas de miles de chilenos y chilenas celebramos el triunfo del día anterior copando la Alameda desde Gral. Velásquez hasta Manquehue, así como en las principales arterias de grandes ciudades del país. Los 15 años de resistencia de oposición a la dictadura fueron conformando una mayoría que se expresó con absoluta nitidez el 5 de octubre. Los forjadores del NO estuvimos por años en cada lugar de trabajo, de estudio, familiar, de barrio, generando las condiciones para poder triunfar años después. Incluso enfrentamos la consulta del 4 de enero de 1978 convocada por Pinochet con las fuerzas más deterioradas producto de la represión y, no obstante, el carácter improvisado y fraudulento de esta consulta, logramos votar por el NO en aquella oportunidad, el 20% de los chilenos que concurrimos a las urnas. Dos años después enfrentamos el plebiscito constitucional de 1980 sin ninguna condición de igualdad democrática; es decir, sin registros electorales, sin libertad de prensa, sin partidos políticos, sin control de apoderados, bajo estado de excepción constitucional y con todo el peso del poder en contra nuestra por parte de la dictadura. No obstante, logramos el 30% de los votos. Tres años después, en el marco de las protestas nacionales y ante la debilidad del gobierno, logramos seguir avanzando, reconquistando fuerza social y política en los barrios, en los colegios, en las universidades y en los lugares de trabajo. Todo lo anterior antecedió al triunfo del 5 de octubre. En la construcción de esta fuerza democrática, sin duda tuvieron un rol fundamental para nuestra esperanza la memoria y el testimonio de más de 2.000 fusilados; de más de 1.000 detenidos desaparecidos; de más de 38.000 torturados; de más de 160.000 exonerados de sus trabajos y de decenas de miles que sufrieron el exilio. Sin esta memoria hiriente y sin esos testimonios hubiera sido más difícil triunfar el 5 de octubre. Efectivamente la oposición tuvo, a partir de 1980, estrategias distintas para enfrentar la dictadura, pero, sin embargo, todas las movilizaciones concurrieron a lograr el objetivo final. Nada ni nadie sobró en esta lucha.
Llegamos al 5 de octubre de 1988 después de 15 años de oponernos a la dictadura en todas las formas, con sacrificios y esfuerzos nunca antes vistos en la historia de Chile y con la movilización ciudadana nunca antes conocida, ni tampoco después. En 1988 se inscribieron voluntariamente para votar el 92% de todos los chilenos y chilenas mayores de 18 años, y de aquellos, concurrió a votar el 97,5%. Nunca antes ni después ocurrió una movilización de esa magnitud. Todo empezó el 11 de septiembre de 1973.