La capacidad de ver viene antes que las palabras. De hecho, con frecuencia no sabemos cómo nombrar un fenómeno cualquiera, ya sea un sentir o una situación compleja. De hecho, los niños miran y reconocen antes de poder denominar.
Tantas veces decimos: "Me faltan las palabras para describir lo que vi o sentí". Muchas veces las imágenes hablan mejor que las palabras. Pero no tenemos imágenes de los sentimientos, por ejemplo. Los podemos adivinar por las expresiones faciales o las posturas corporales, pero las certezas disminuyen cuando la palabra no lo corrobora.
A la vez, hemos abusado de las palabras y con ello hemos transgredido la dimensión de misterio del alma humana. No tenemos palabras para todo. Y esto forma parte de la inevitable soledad del hombre. La soledad nos define. No es posible arrancar de ella. Hay que aprender a quererla. Porque habla, si sabemos escuchar. Mucha gente se llena de cosas que hacer, tiene un millón de amigos para nunca estar sola. Y aun así, la soledad está ahí, al acecho. Nos asusta, porque se parece al vacío.
Mirar es un acto amigo de la soledad. A pesar de que nunca sabremos a ciencia cierta distinguir entre lo que sabemos y lo que vemos. No importa. Las imágenes van acumulándose y alguna síntesis hará en el futuro. Eso, la incertidumbre que da el silencio, es otro de los miedos del ser humano. El celular ha salvado de la soledad. Basta tomarlo y comunicarse con alguien para que desaparezca el vacío.
Los retiros se hacen en silencio, por ejemplo. Los grandes místicos se iban al desierto a meditar. En otras palabras, algún valor debe tener el silencio si ha sido necesario tantas y tantas veces.
Pero la gracia es el silencio en silencio, o sea, tratando de hacer callar a la cabeza que no para de hablar. Hacer listas de pendientes, revisar lo que dijimos para armar un conflicto que nos duele, preparar conversaciones difíciles. En fin, siempre habrá material para que la cabeza no calle.
Concentrarse en mirar y obligarse a ver es una gran ayuda para darle descanso al habla. Y entonces, como un regalo, aparece el descanso. La importancia del descanso es que sin él la mente y el cuerpo se enferman.
Hagamos un negocio -como se estila ahora-, invirtamos en silencio. Del verdadero.