El autocontrol es, sin duda, una gran condición humana. Nos distingue de los animales, hace la convivencia posible, aumenta la capacidad de escuchar al otro y disminuye conflictos. Pero la pasión es también una importante condición humana. Y eso sí que está pasado de moda y es, de manera creciente, castigado socialmente.
Hoy es algo común, en particular entre la gente joven, decir "tranquila" cada vez que alguien se apasiona o se molesta. Eso no es una buena noticia para la salud mental. Tener pasión por nuestras ideas y convicciones no es sinónimo ni de agresión ni de fanatismo. No debería serlo. Tanta represión de los instintos y la espontaneidad es también una señal de temor ante la pasión. Se asocia a la posibilidad de la pelea y el conflicto, no a la convicción ni al vigor ni a la vitalidad.
"Portarse bien" en todas las ocasiones es soñar con que todos podemos ser santos. Y lamentablemente no lo somos. Es lo que hace que la agresión anónima sea cada vez más corriente. Manejar en Santiago de Chile es someterse a ser agredido cada vez que se comete una equivocación. Estamos tan enojados o cansados o enervados o apurados, que el ser humano que hay detrás de las equivocaciones desaparece y aparece la posibilidad de "estar en lo correcto", de ser los buenos y los "profesores" del deber ser.
La rabia es un sentimiento humano necesario, como también lo es el educar a los más jóvenes en las normas de convivencia que hacen posible la vida en común.
Lo paradojal es que en una cultura donde el maltrato está prohibido, donde pegarles a los niños puede llevar a un padre a la comisaría, donde la convivencia está basada en el "buen comportamiento", la palabra se haya convertido en la única manera de expresar la rabia. Y es la rabia anónima la que está permitida. Insultar desde un auto a otro y seguir de largo, no es iniciar una pelea de iguales. Es esconderse en el anonimato para sacar la rabia guardada por tantas cosas de la vida que nos frustran.
La depresión suele ser rabia reprimida. No queremos este doble estándar en que todos somos decentes y educados cuando tenemos nombre y apellido, y unos salvajes cuando somos anónimos. Tal vez echemos de menos un poco más de verdad. La rabia es, insisto, un sentimiento humano normal, quizás habría que enseñar en las escuelas formas aceptables de expresarla.