Spike Lee (1957) es un cineasta irregular, con algunos momentos ciertamente brillantes y otros, por completo olvidables. Con una cámara inquieta, que prefiere los recursos expresivos sobre los usos estrictamente "realistas", es un director que, en sus puntos altos, transmite pasión por lo que relata y un enorme amor por el cine. Heredero visual de Scorsese y, en un sentido más amplio, del cine norteamericano de los setenta, también muestra en ocasiones la capacidad de poner en escena a personajes de cierta ambigüedad moral, conflictuados, tensionados por la incapacidad de hacer lo correcto. Y, claro, está su conocida preocupación por el conflicto racial y político de la comunidad negra al interior de Estados Unidos.

"El infiltrado del KKKlan" es el retorno de Spike Lee a la cartelera nacional después de "Oldboy" (2013), un mediocre remake de la cinta de Chan-wook Park de 2003. Tomándose libertades narrativas, relata cómo en los años setenta -1972 para la cinta, 1979 en la vida real- el policía de Colorado Ron Stallworth (John David Washington), pese a ser afroamericano, infiltró una célula local del Ku Klux Klan con la ayuda de un compañero judío, que lo impersonaba durante las reuniones (Adam Driver). La cinta exuda onda y estilo, aprovechando la moda de los setenta. También es generosa en acción y aventura, gracias a las tensiones que provienen de su loca premisa. Lee, ya lo hemos visto, posee un intenso sentido narrativo.

La cinta, sin embargo, no cala suficientemente hondo en sus personajes. Stallworth acarrea nulos conflictos internos. De hecho, tiene un aire totémico, de perfecto vigor e incuestionabilidad moral. En la relación que establece con Patrice (Laura Harrier) se involucra con un grupo de estudiantes cercano a las Panteras Negras. Ellos, por supuesto, tratan a los policías de cerdos, pero para Stallworth esto no pasa de ser algo incómodo. El que tenga que ocultar su verdadera identidad delante de Patrice tampoco revierte demasiado conflicto. Stallworth, de hecho, nunca duda o titubea. Muestra la seguridad, la habilidad y el arrojo de un superhéroe. Con Flip, su compañero, tampoco sufrimos demasiado. Expone su pellejo al reunirse con supremacistas blancos, fanáticos de las armas y de la cerveza, de mecha extremadamente corta, pero se lo toma con la tranquilidad de un cajero. Por último, la facilidad con que el resto de la fuerza policial, compuesta exclusivamente de blancos, se suma a la causa de Stallworth no deja tener algo de idealizada.

Puede ser que Lee haya preferido explícitamente el tono lúdico y juguetón a llevar la cinta a un plano más realista y duro, como vimos en "American History X" (1998) o "Detroit" (2017). Y está bien. Pero, a la vez, la cinta abre con un intenso monólogo racista del Dr. Kennebrew Beauregard (Alec Baldwin) y termina con imágenes documentales de los brutales incidentes de Charlottesville del año pasado y las dudosas palabras posteriores de Trump. Al medio hay constantes referencias a expresiones propias de la campaña de Trump, como "America first" o "American greatness", puestas en la boca, por supuesto, de miembros del Ku Klux Klan. Súmese a eso, entre otras referencias, la crítica que hace Lee a dos piezas icónicas de la historia del cine -"The Birth of a Nation" (1915) y "Lo que el viento se llevó" (1939)-, mientras rescata, en parte, el cine blaxploitation de principios de los setenta. Todo esto quiere cargar la cinta de actualidad y de advertencia política. Y eso también está muy bien. Pero el poder de un relato o la elocuencia de una crítica no se crean con la asociación a imágenes documentales o la astucia de sus referencias internas. Como está, "El infiltrado del KKKlan" es cine de entretenimiento con algo, poco más que una pátina, de crítica a la era Trump.

El infiltrado del KKKlan
Dirigida por Spike Lee. Con John David Washington, Adam Driver, Laura Harrier.