A los huincas.
A los llamados piel blanca o cara pálida, por las otras tribus hermanas.
Esta es una maldición con olor a laurel y piel de canelo: nada les saldrá a la primera y tendrán que repetir y repetir.
Nuestros nombres les recordarán lo que hoy les decimos.
Tiltil, Concón, Tiquitiqui.
En mapudungún, según el corazón de la tierra, grabados en lingue y en lenga.
A eso estarán condenados, al acomodo y a lo provisorio, a lo temporal y al ajuste.
Al consuelo de echarle para adelante, aunque el porvenir vendrá con una palabra cruda e impiadosa: mediocridad.
Así, entonces, pensarán en un puente y lo dibujarán en la cabeza y otros soñarán con sus barandas y pilotes.
Calle Calle, Aro Aro, Bío Bío.
Sacarán sus papeles y papeluchos para echar números, preparar diseños y estudiar planos sobre planos, y lo harán los letrados en números y los que se creen mejor preparados exhibirán sus pergaminos y extenderán sus laureles.
Canta el chonchón, el tuetué o el quilquil.
Pasarán los años y tendrán mejores ideas, ahora será un puente magnífico y además basculante, para que se suba y baje cuando se precise, y se baje y suba las veces que sea necesario.
No cuentan con el trelke-wekufe, con ese cuero de agua que todo lo chupa y traga.
El Pillán y el Wangulén miran entre las nubes y desde el cielo observan a los huincas chilenos que se afanan y esfuerzan por construir un puente ya no como ordena el Gran Espíritu de los mapuches, sino simplemente como manda el Dios del piel blanca: más o menos nomás.
Toletole, tacataca, Taltal.
Pasan los años y dicen una cosa y otra y se dan vueltas en el río, como esas pequeñas arañas que van contra la corriente y le buscan el lado al caudal.
Tagua Tagua, popó, tuntún.
Brazos caídos, mecanismos desajustados y rieles maltrechos. Repitan nomás. Y caen los estudios externos y las asesorías de caras pálidas de países caros y lejanos, y más gastan y más ocurrencias y nuevos ajustes.
Chiu Chiu, Colo Colo, Llay Llay.
Huincas tontos.
Escrito está: todo lo repetirán.
Así se les irá la vida.
Marga Marga, pilpil, chinchín.
Viene el Rewe sagrado y el cultrún nacido de un tronco se envuelve con fino cuero de cordero, y al huinca le queda el cuero de chancho, y por eso inauguran lo que inauguran, aunque nada sea como debía ser.
Mientras tanto, la coñilauquén, princesa del río, se duerme y se despierta por los siglos de los siglos.
Miran los zorros y las perdices.
Caen los piñones, pasa el tiempo, caen los piñones.
Nace una machi y la ayuda el ñulñul que podría ser una nutria.
Cae la niebla y entre los juncos se desliza la serpiente trentren.
Nace un lonco y el ngun ngun canta como pato silvestre.
Siguen los huincas ignorantes mirando el puente.
Al ingeniero de cálculo, industrial, eléctrico, civil, electrónico, militar, mecánico, robótico.
A todos ellos el chucao les canta al oído.
Lo harán de nuevo.
Chiuchiu, Huilo Huilo, Lleulleu.
Siempre volviendo a empezar.
Vueltas en círculo, repitiendo las sílabas y mordiéndose la cola.
Con las obras, los libros y la política, con los puentes, las ideas y los sentimientos.
Cau Cau.