Segunda parte de una trilogía inspirada en relatos del gran Franz Kafka, "Primate" se estrena en el mismo espacio que albergó en 2016 la primera, "La metamorfosis", siempre con la dirección, dramaturgia y ejecución de Ricardo Gaete. Dedicado al mimo contemporáneo y al teatro corporal, este actor chileno se formó en Europa y ha desarrollado una carrera como intérprete y docente de circulación internacional.
Adaptación libre del cuento "Informe para una academia", que el autor checo escribió en 1916, la propuesta tiene un muy memorable antecedente local, la extraordinaria versión del Teatro La Puerta hace dos décadas, que en el programa de mano Gaete cita y califica de "sublime". Bajo la dirección de Luis Ureta, esta tuvo a una actriz, Roxana Naranjo, encarnando al chimpancé obligado por la crueldad de sus captores a aprender a imitar la conducta humana, que finalmente asume.
Comparar, entonces, es inevitable. "Primate" conserva la estructura base de la conferencia que el simio dicta ante una academia de connotados científicos para contar su experiencia y explicar sus motivos y conclusiones. Pero este no es propiamente teatro físico, como podría esperarse; el trabajo gestual está subordinado al texto. En la intervención que Gaete hace de la fuente, él parece menos interesado en lo que intentó expresar Kafka -el sentimiento de extrañeza y desaliento ante el absurdo de la existencia-, que en la extensa mutación de la especie humana a través de millones de años y cómo, pese a todo, en el fondo del hombre siempre pervive su esencia irracional, la bestia.
La disertación parte explicando la evolución de la vida en nuestro planeta, luego deriva a Darwin y la utilización de aborígenes secuestrados en la Patagonia por los zoológicos humanos europeos a fines de 1800, que Kafka alude de paso. Esta se concentra en la historia original bien avanzados los 45 minutos totales de la jornada. Entonces queda poco tiempo para profundizar en el destino trágico de esa criatura monstruosa convertida en un reflejo deforme y grotesco de la humanidad, tanto como para exponer que civilizar consiste, más que nada, en reprimir impulsos e instintos.
Así, el relato, esbozado a grandes trazos, zigzaguea y se vuelve confuso en su sentido, dando escaso espacio al despliegue gestual. Sin clímax ni desenlace, termina en forma abrupta con un innecesario desnudo. Por lo demás, la teatralidad del montaje es harto limitada: la escenografía se percibe pobre, los insertos musicales entran y salen de cualquier manera y las imágenes proyectadas sobre un fondo negro apenas se vislumbran.
Matucana 100. Miércoles a sábado, a las 20:00 horas. Domingo, a las 19:00 horas. Hasta el 26 de agosto.