Señor Ministro de Estado para Europa y las Américas
Right Honourable Sir Alan Duncan, caballero comandante de la Orden de San Miguel y San Jorge
Presente
Soy Felipe Ward, ministro de Bienes Nacionales del gobierno de Chile, y me es muy grato saludarlo. Mi apellido, como usted seguramente ya notó, proviene de antiguas familias irlandesas. Le diré que en el gabinete hay otros dos ministros descendientes de ingleses: Chadwick y Walker, y a ellos sí que les da para clan.
El tono ligero e informal de mi carta es muy propio del humor chileno que se conecta con el de su gran país.
Es indudable que ustedes son los ancestrales, pero nosotros vamos a ser ancestrales. Así que el principio es el mismo y solo es cuestión de tiempo. Allá Monty Python y acá el Jappening con Já, y por eso le adjunto unos DVDs, por si tiene tiempo.
No por nada a mis compatriotas se les conoce como los "ingleses de América Latina".
Y no quiero exagerar, pero le diré que mi gobierno tiene a Inglaterra en su corazón.
¿Me creerá lo siguiente? Roberto Ampuero, nuestro canciller, es un reconocido y premiado escritor, y su personaje predilecto es Cayetano Brulé, detective privado, y acaso un lejano pariente de su Sherlock Holmes. Le adjunto un par de novelas de Roberto y ambas dedicadas, por supuesto: "Boleros in Havana" y "Appointment at the Azul Profundo".
Aprovecho la encomienda y le añado "My Tender Matador" de Pedro Lemebel, cronista, escritor e integrante del grupo The mares of the Apocalypse, a quien no tuve la oportunidad de conocer, leer y escuchar.
Le comento que en Chile somos tan tolerantes como en Inglaterra.
Entonces, sir Alan, esta es la petición, más bien las preguntas formuladas con respeto:
Permítame hacer una breve historia.
Fíjese que en unos meses se cumplen los 20 años del viaje de negocios que emprendió el general y senador Augusto Pinochet a su país. Londres era la ciudad que admiraba, sus calles y el Támesis, las librerías de viejo y también las fish and chips en cualquier esquina.
El itinerario del viaje fue interrumpido, como todos sabemos, por una maraña de libelos y acusaciones que desembocaron en un largo rito de jueces y dictámenes desesperantes que no parecían tener fin, porque se mezclaba lo judicial con lo político.
Pese a todo, ese caso se resolvió, con los buenos oficios y la diligencia de ambos gobiernos.
No hubo obstáculos ni trabas insalvables y lo que se pudo hacer, claro que se hizo: el general y senador vitalicio volvió a Chile y nada más llegar se recuperó, tonificó y siempre estuvo bien conservado.
Era lo que correspondía y ese caso sí que fue difícil.
Entonces, sir Alan, la pregunta se formula sola: si eso se logró, ¿cómo va a ser más difícil devolver un moái?
¿No cierto?
Atentamente Felipe McWard
P.D.: Lo del "Huáscar" es otra cosa. No nos confundamos.