Un aplauso para el GAM que desde el año pasado sumó a su cartelera una franja destinada a los conjuntos regionales. Descentralizando su programación, prueba que el teatro no solo florece en Santiago. Conlleva, desde luego, apuestas y riesgos, aciertos y, a veces, desaciertos; como la lamentable "Negros", venida desde Valparaíso que ofreció recién.
Otro merece el Teatro Regional del Maule, que lo ha hecho bien invitando a teatristas destacados de la capital para empaparse con ellos de método, rigor y oficio; en 2009 apreciamos en Talca su debut con un solvente montaje de "Ánimas de día claro" de Sieveking, en coproducción con el Teatro Nacional Chileno.
"Madre", que presenta ahora el GAM, es su séptima propuesta estrenada en 2017, y la tercera de su proyecto de laboratorio escénico Teatro Nativo. Una experiencia de intercambio que consistió en la creación de una obra original, para lo cual contó con residencias del director Marcos Guzmán -"Demonios", "Fabulación"- y de Trinidad González en la dramaturgia, trabajando durante dos meses con un casting de actores maulinos convocado especialmente.
Del resultado se puede decir que tiene tanto o más calidad que el promedio de lo que brinda la cartelera santiaguina en el último tiempo. Se para en escena con pulimento artístico, una cuota de experimentación y otra de crítica al entorno sociocultural. En 65 minutos muestra una situación ingrata y de pesarosa incomodidad. En un frío invierno, cuatro hermanos treintones, muy distintos entre sí, se han reunido en la casa de su infancia; creyeron que su madre enferma por fin fallecía, pero el hospital les acaba de entregar su cuerpo en estado vegetal para que muera en su cama no se sabe cuándo. En la cocina hogareña, los hermanos se confrontarán discutiendo qué harán con la moribunda y con la propiedad familiar.
Guzmán arma hábilmente su puesta marcando la atmósfera fracturada y enrarecida de la interacción de esta familia disfuncional. Hay un cierto desnivel actoral (quienes encarnan a los dos hermanos que viven aún en la casa rinden desempeños de mayor interés), en tanto el uso del espacio y los insertos musicales resultan sugerentes. La obra parece articularse en la reflexión sobre cómo enfrentar la muerte y el bien morir, y a la vez -y en tan poco tiempo- cómo encarar la vida, cómo se puede ser feliz dentro de las rígidas condicionantes que impone el sistema actual.
Llegado cierto punto, ya sea por fallas de la dramaturgia o por los aportes colectivos que González fijó en el texto, el desarrollo tiende a desarticularse. Sus personajes no despiertan adhesión, el hermano menor es simplemente odioso, y no parecen conmovidos por la muerte de su progenitora. Por lo demás, logramos saber muy poco de ella, y las alusiones a sus nexos filiales son contradictorias. El duelo aquí no es tema, predomina un aire de insensibilidad.
El realismo deformado hasta la crueldad que traza la obra avanza con giros inconducentes o confusos. Da la impresión final de haber querido tratar varias ideas, sin hincarle el diente a nada. Como que no tiene desenlace ni resolución alguna: tras plantear el tema de la eutanasia, el cuarteto abandona el escenario, se va de paseo a tomar aire a la plaza cercana.
Centro GAM. Miércoles a sábado a las 21:00 horas. Hasta el 11 de agosto.