Como suele ocurrir, cuando pasa algo inentendible —y nadie se toma el tiempo para dar una explicación razonable— se tienden a crear historias para hacer que el hecho sea verosímil. Es lo que ha pasado con el intento de fuga de Mauricio Pinilla, quien tiene en ascuas a la U después de jurarle amor eterno y prometiendo permanentemente sus ansias de ganar un título. Alguien misericordioso hará el favor de hacer luz en uno de los hechos más vergonzosos de la historia reciente del club.
El cantinfleo de Pinilla llega en el peor momento posible. Cuando Ronald Fuentes, el gerente deportivo, ya anunció que se irá al final de la temporada; cuando los problemas de camarín son demasiado notorios; cuando quedó en evidencia de manera violenta, dolorosa y sangrienta el tinglado que se levantó en torno a la relación entre los hinchas más violentos y la institución y, lo que es peor, cuando Frank Kudelka finalmente comprendió que lo que le prometieron no era lo que había, y no hablamos solo de la paz y tranquilidad del fútbol local.
Desde que asumió hasta ahora, el técnico trasandino perdió a dos de sus principales figuras: Reyes y Araos. Comprendió que el plantel no era tan generoso como se decía (el lateral izquierdo y los atacantes lo demuestran), descubrió que Jefferson Soteldo, el mayor precio de la temporada, es hoy un hombre desorientado y, como si fuera poco, todo el trajín del receso le sirvió de poco, porque hasta ahora no da con la fórmula que le permita disimular sus carencias.
La U ha visto desmoronarse en pocos días la solidez de su propuesta. Desde que partió Miguel Ponce y Fuentes anunció su partida, quedó en evidencia que no había compromiso en todos sus estamentos para cumplir con los proyectos. No hubo reproche directivo entonces porque, como ya es costumbre, Carlos Heller solo aparece para hacer el símbolo de la barra brava rubricando las contrataciones, pero se borra cuando la realidad pide a gritos un liderazgo sólido para una crisis que golpeó muy fuerte. Por más esfuerzos que haga David Pizarro, no hay voces sensatas para detener la caída libre que expone a Kudelka a su peor versión, como quedó demostrado en la goleada de Antofagasta.
Golpeados como están, lo que está haciendo Pinilla tiene varios calificativos, todos muy dolorosos. E interpretaciones surtidas. Un símbolo de la indefinición de un club que no encuentra la paz. Ni la verdad. Ni la lealtad de sus mejores símbolos.