Recordará Ud. aquellos tiempos en que los teléfonos sonaban así en el auricular cuando estaban comunicando. Era un sonido vigorizante, alerta. Recuerdos de la belle époque , cuando teléfonos, trenes, clubes y muchas otras cosas llevaban el sello inglés, y le ponían a uno en la imaginación esos rojos y negros de la estética inglesa.
Hoy, en cambio, los teléfonos celulares suenan con una variedad desconcertante de ruidos y en los lugares y momentos más inoportunos. La única ventaja es que revelan mucho de quienes los han elegido e instalado en sus aparatos. Hay trozos de Chopin, cumbias, ruido de aviones, pitos y flautas, pájaros, "Jingle, bells" y mil otras cosas. Desconcierta, claro, oír El Danubio Azul en el bolsillo de un cargador de la Vega, o un rap en la cartera de una beata en misa. Pero así es la vida: donde menos se piensa, salta la liebre.
En la actualidad, el "brr-brr" solo indica frío. De ese que se nos ha dejado caer tan de repente, gracias al cual uno resucita después de los aletargantes calores veraniegos. De modo que ¡a prepararse para unas buenas sopas invernales! De estas hemos hablado muchas veces, como que son inagotable tema. Por cierto, hay gente mal agradecida con la existencia que no toma sopas. "Agüitas nutritivas", "calditos insustanciales" las llaman. Ya verán que son el último indicio de vitalidad que habrán de dar en aquella edad en que la existencia del vejete se mide por "cuánto caldito tomó hoy".
Y como es cosa de viejos, se las arreglan estos, con su larga experiencia y sus recuerdos, que es lo que les va quedando, para producir calditos sabrosos y entonadores. Los caldos de vieja son algo realmente calentador y picarón, con mucha cebolla de pluma y ají y orégano y pimentón. De vez en cuando no viene mal dar en ellos un baño prolongado a un hueso carnudo, pero no hace falta en realidad.
Uno de mis abuelos era aficionadísimo a la sopa de ajo, que era seguida, en el campo, por una cabeza de cordero, devorada en cada una de sus partes con finura quirúrgica, hasta que quedaba monda y lironda. Después seguían varias otras cosas. Pero interesa hoy detenerse solamente en la sopa. La receta que va hoy está enriquecida. Usía suprímale lo que no tiene a mano.
Sopa de ajo
En abundante aceite de oliva, sofría 4 dientes de ajo pelados. Antes de que se quemen, retírelos. En ese aceite fría 300 g de hallulla en rebanadas. Agregue 1 l de agua, sal, perejil picado. Maje los ajos en un mortero. Agréguelos a la sopa, con 100 g de menudencias de pollo picadas. Cueza ½ hora. Cinco minutos antes de terminar, agregue 50 g de chorizo español rebanado. Finalmente, quiebre 4 huevos, póngalos con un poco de caldo en un cucharón y sumerja este casi totalmente en la sopa. Cuando estén coagulados, libérelos en ella.