Estamos en los primeros capítulos del evangelio de San Juan. El Señor ha elegido a los apóstoles, ha conversado con Nicodemo y se encuentra con la Samaritana. Ellos y las santas mujeres han sido testigos de su primer milagro en las bodas de Caná y también de la curación de un paralítico.
Estos prodigios se han desarrollado en un círculo relativamente pequeño; ahora en cambio, el Señor realizará un milagro que involucra a miles de personas en las márgenes del lago de Tiberíades.
Ese día, Felipe y Andrés, junto a los otros apóstoles, van rodeados de "mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos" (Juan 6, 2). El Señor hace una pausa, se distancia un poco para hacer oración y sube "a la montaña y se sentó allí con sus discípulos" (Juan 6, 3).
En silencio están los más cercanos junto a Jesús, aprendiendo del carpintero de Nazaret a escuchar y tratar a Dios como un Padre. Fue entonces cuando Él "levantó los ojos" (Juan 6, 5). ¿Qué significa esta observación? Que hay dos grandes modos de ver la realidad: "una visión plana, pegada a la tierra, de dos dimensiones" (Camino, 279), y otra mirada divina, que nos da "la tercera dimensión: la altura y, con ella, el relieve, el peso y el volumen" (Ibid). Es ver por Cristo, con Él y en Él.
"¿Con qué compraremos panes para que coman estos?" (Juan 6,5). Para Felipe, esta pregunta no es realmente ninguna sorpresa, es la enseñanza y diario testimonio del Señor. Lo dramático es que ahora él tiene que vivirlo. Para Jesús, ver es preguntarse, ver es examinarse, ver es creer: "es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él" (Catecismo, 26). Jesús quiere que hoy también levantemos la mirada, nos comprometamos y vivamos lo que nos muestre.
Cuando vemos solo en dos dimensiones la realidad y los acontecimientos que afectan a la Iglesia de nuestro país y mis posibilidades personales, volvemos a decirle al Señor: "Doscientos denarios de pan no bastan... ¿qué es eso para tantos?" (Juan 6, 7). ¡Qué pena le debe dar al Señor escuchar nuestros razonamientos¡ ¿Cómo reacciono? ¿Sigo haciendo cálculos, estrategias, nombramientos y razonamientos? Esos mismos apóstoles nos dirían: si quieres ser protagonista o dar una respuesta genial a una crisis, vas a estar rumiando tu propia desolación.
La fe es responder: ¿Qué hiciste Felipe ese día?... hice un cálculo. ¿Y tú Andrés?... le indique a Jesús que había "un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces" (Juan 6, 9). Después, los dos le pedimos a "la gente que se siente en el suelo" (Juan 6,10), ayudamos en los grupos a repartir el pan y recogimos las sobras en "doce canastos" (Juan 6, 13).
Al final de la jornada, los apóstoles nos dirían: es cierto que no hicimos mucho, pero fue lo que nos pidió el Señor. Vencimos la tentación de mirar desde fuera la crisis alimenticia, de despedirlos y que ellos resolvieran sus problemas. Es cierto que no los conocíamos, pero compartíamos con ellos la misma fe en Jesús y eso bastaba.
San Juan, otro testigo de esta crisis, recuerda que no estaban solos. No dice el Señor ¿con qué comprarán?, sino "¿con qué compraremos..." (Juan 6, 5). Ahí estaba el secreto, que se nos olvida: "bien sabía él lo que iba a hacer" (Juan 6, 6).
Porque creemos en Jesús, sabemos que esta purificación y la oración desvanecerá los síntomas de descomposición, soberbia y autocomplacencia que vivimos. Lo importante es, que al igual que los apóstoles, podamos contar a las otras generaciones lo que ahora hicimos junto al Señor. ¿Cuándo se producirá la reforma? ¿Podemos hacer algún cálculo? Eso será más tarde o más temprano, dependiendo de nuestra respuesta a Jesús.
"Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: ¿Con qué compraremos panes para que coman estos? Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer".(Juan 6, 5-6)