Considerar el uso de la corbata como una señal de respeto hacia algo o alguien, es pensamiento mágico puro, una categoría que -como observó Jung- se revela a cada rato en el mundo actual que, al menos nominalmente, apuesta por la racionalidad.
Es evidente que la ropa no es solo funcional a necesidades corporales sino también simbólica. De hecho, la ropa diseñada a fines del siglo XIX de una manera estrictamente funcional terminó siendo poco práctica por lo fea. Un fenómeno parecido sucede con los caminos, con las calles de la ciudad, con las casas, donde lo que se puede entender como un desperdicio de espacio es totalmente útil a la sobrevivencia psicológica.
Lo ocurrido en la Cámara hace unos días -la autoritaria sugerencia a un abogado invitado a dar un informe para que se pusiera la corbata- es lo que antes se denominaba una escena "de opereta", propia de los escenarios donde el poder no sólo es ejercido sino que también es un poco pomposo, un poco tonto, medianamente sobreactuado.
Que la corbata es un símbolo fuerte lo prueba su ausencia en los cuellos de los anarquistas del siglo XX. Clotario Blest, que no era anarquista sino una especie de cristiano primitivo, fue alguna vez sin corbata al Club de la Unión y no lo dejaron entrar. El portero debió prestarle la suya.
Mi amigo Juan Pablo Gómez contaba la historia de un amigo de su padre que, en los días posteriores al golpe de Estado, decía estar en las nóminas de víctimas potenciales del Plan Zeta. Mi amigo le preguntó por qué los de la UP querrían matarlo específicamente a él, y el señor contestó con tono ofendido: "¡Porque uso corbata, viejo!".
En cualquier caso, me parece que el argumento con el que se defendió el joven abogado cuestionado en la Cámara, fue de un talante no menos mágico que la acusación: enumeró sus estudios, grados académicos, doctorados, como si estas marcas curriculares o de especialización lo inmunizaran ante el encorbatamiento. ¿Esto significa que a una persona sin estudios invitada a la Cámara no le queda otra que acatar una presunta normativa de vestuario?
En mi caso particular, no tendría grandes problemas con usar corbata. Pero me exaspera que me traten de embutir credenciales al ingresar a edificios de oficinas, cuyos administradores tienen fantasías de estar en el Pentágono. Las credenciales aportan una información deficiente porque solo tienen la palabra "visita". No me cabe duda de que su imposición en las tales visitas obedece al viejo placer humano de humillar, o de poner la pata encima, o de darse importancia con bagatelas.