El largo fin de semana pasado yo no sabía que estaba a punto de estallar un duro conflicto al interior de TVN, el canal de televisión estatal. Pero como si fuese una extraña premonición, me tocó ver por casualidad un programa nocturno en que varios "rostros" de la pantalla conversaban entre ellos. Una era la animadora Karen Doggenweiler. Justo pude ver la parte en que ella reflexionaba sobre TVN a propósito de una supuesta injusticia laboral que se había cometido.
Juraría que esto fue lo que dijo: "Muchas de las personas que en ese minuto hicieron esto ya no están, y yo decía 'el canal es nuestro, es de los trabajadores del canal'".
Escuché eso y abrí unos ojos grandes y redondos, como el emoticón de WhatsApp. Y pensé: "Oiga, yo, como accionista del canal (todos los chilenos de algún modo lo somos) me siento sorprendido por esa frase". ¿Son los funcionarios de TVN, en la práctica, los dueños del canal?
Parece que sí. Todo indica que Doggenweiler tiene razón.
O al menos es así como actúan quienes pasan por posiciones de influencia en el canal: como si ellos fuesen los dueños. Y no nosotros.
Y creo que es lo que pasa en todos aquellos lugares donde parece que no hubiese dueños de carne y hueso: La captura de los funcionarios.
En ese programa nocturno Doggenweiler agregó: "El canal no es de los jefes que llegan un rato y después se van". Bueno, claro, es que ellos también se sienten por un rato dueños del canal, y por eso se fijan los sueldos que quieren. Así, esto es como una pelea entre los funcionarios, los jefes y ahora el directorio. Todos los que se sienten dueños llevan años en un griterío infernal.
¡Ey!, ¡Ojo!, ¡Silencio!, ¡Escuchen! Les grito yo de vuelta. "Paren de jugar a 'el-costillar-es-mío-me-lo-quieren-quitar'. El costillar no es de ustedes. Es de nosotros, los contribuyentes. ¡El salvataje económico para pagar las deudas que han acumulado en pocos años viene de nuestros bolsillos!"
Yo no sé si TVN va a salir vivo de la crisis financiera, de contenido y de gobernanza por la que atraviesa. Pero creo que tendrá una oportunidad si quienes están a cargo comprenden que sus verdaderos jefes somos los chilenos todos. Somos nosotros los que debemos valorar el contenido que produce TVN y quienes debemos sentir que nuestro dinero se utiliza bien.
Si un grupo grande de chilenos estima que el canal es sesgado, que está capturado desde hace años por un sector político; si hay un grupo grande de chilenos no ve su programación porque estima que no le aporta a su vida; si un grupo grande de chilenos estima que con el dinero que cuesta tener un canal de televisión se podrían hacer otras cosas, entonces la cosa está fea.
Cuando una familia chilena decide vender el televisor para pagar una atención de salud de uno de sus miembros o pagar la educación de otro de sus integrantes, se acabó todo. Y el problema es que uno comienza a escuchar que el televisor pasa largos ratos como un mueble inerte en nuestros hogares. A menos que se encienda para ver Netflix.
A nosotros, los más grandes, nos va a doler si se acaba TVN, pero a las nuevas generaciones les va a dar lo mismo. Y el lío que estamos observando estos días solo conduce al despeñadero.