La semana pasada escuchamos el evangelio en el que los Doce fueron enviados por el Señor para compartir su misión de anunciar el Reino. Este domingo vemos el regreso de los apóstoles, donde le cuentan a Jesús lo que hicieron y enseñaron. Les sucedieron cosas extraordinarias: donde ellos llegaban los demonios se iban. Ellos experimentan que todo va cambiando cuando ellos anuncian el Evangelio.
¿Qué le podemos contar nosotros a Jesús hoy? ¿Le podemos contar que la sociedad o nuestras propias comunidades se transforman por el anuncio de su Palabra? ¿Le podemos decir que los demonios del egoísmo, la miseria, la violencia o la injusticia se han ido de nuestras vidas? Muchas veces experimentamos que no solo lo que hacemos, sino que también lo que enseñamos, son palabras al viento que no tocan el corazón de nuestra gente. La verdadera predicación de la Palabra del Señor no debiera dejar indiferente a nadie, sin embargo, nuestras misas dominicales, que debieran ser fuente de vida y transformación de la comunidad, a veces no son más que una instancia de cumplir que no inciden en la vida de las personas.
Sin duda vivimos un fuerte desgaste en nuestra vida eclesial, donde no solo encontramos la adversidad en los valores mundanos que dificultan la evangelización, sino que además encontramos al interior de nuestra misma Iglesia situaciones abusivas que nos roban las fuerzas, la alegría y la paz, y generan vergüenza y dolor. Estoy seguro de que todos estamos cansados. Yo estoy cansado .
No podemos anunciar con libertad el evangelio, todavía hay cosas pendientes que nos impiden avanzar. Hemos gastado las fuerzas en dar explicaciones, y no hemos sido capaces de actuar con claridad desde el evangelio frente al escándalo, el abuso y el dolor.
Por eso nos viene tan bien la invitación de Jesús de este domingo a detenernos y estar con Él. Necesitamos del encuentro íntimo con Jesús, que es un encuentro en la oración, para ver lo que estamos haciendo y para escuchar su Palabra. Creo que todos estamos envueltos en un ritmo y una actividad que nos absorbe las fuerzas y la vida misma. Y esto nos hace olvidar las cosas importantes. Es tiempo de reposo para encontrar la paz interior, que consiste en hallar en el fondo de nosotros mismos, ahí donde habita Dios, el sentido de nuestra vida y de lo que hacemos.
Detente un momento para saber qué piensa Jesús sobre tu vida y tus problemas. Haz oración para descansar de la agitación del orgullo, los celos, la envidia. Vivir no significa agitarse, correr todo el día y perder de vista la razón de la existencia. Es necesario detenernos, permanecer solos un momento y así encontrarnos con el Señor. Ahí, en lo profundo del corazón, podemos verificar lo que estamos haciendo, confrontándonos con Jesús y su Palabra. Así podemos seguir adelante no con los criterios de la eficiencia humana, sino con los criterios de vida del Evangelio. Frente a las dificultades que vivimos hoy, ya sean personales o como Iglesia, necesitamos de un tiempo de encuentro y oración.
"Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco".(Mc 6, 31)
Es tiempo de reposo para hallar la paz interior,
que consiste en encontrar en el fondo de nosotros mismos, ahí donde habita Dios, el sentido de nuestra vida y de lo que hacemos.