Cuando se habla de abuso, se habla de la violencia, del no consentimiento, del poder de quien la ejerce para mantener el secreto en el afectado. Pero hay también un elemento que es muy doloroso, porque queda escondido, porque no se pone en palabras, porque al final la denominación de un fenómeno es fundamental para enfrentarlo y compartirlo. Y queda escondido por vergüenza. No solo de acusar a alguien que alguna vez respetamos y quisimos, sino también por la sospecha con la que seremos tratados como cómplices. Pongo como ejemplo una joven de 20 años, recién integrada a los movimientos universitarios, de una familia muy tradicional, convencional y católica. El confesor de la familia, un sacerdote muy atractivo y admirado y apreciado por el entorno en que esta joven vivía, empezó a seducirla. De maneras sutiles, nunca violentando conductas, solo confesando amorosamente su creciente amor por ella. Sin duda, para ella fue un honor, fue como un sueño que este hombre tan admirado demostrara preferencias por ella. Era como Alicia en el País de las Maravillas. Todo nuevo, todo bello. Todo secreto. Pero ella era la elegida, y bien sabemos que para una mujer eso es un regalo a la autoestima más grande que ningún otro. Sobre todo porque en el mundo de la parroquia de universitarios habían muchas mujeres tan inteligentes y bellas como ella, pero además más audaces y experimentadas. Ninguno de los jóvenes de su edad que la rondaba podía competir con este hombre adulto, bello y cercano a Dios que era su confesor y su amor. Por muchos años, ella no tuvo pololos y se casó muy tarde, ya profesional, en el extranjero. Al volver a Chile, sus amigas de la universidad eran ya adultas, que podían hablar del pasado sin tanta vergüenza frente a sus amigas más íntimas. Varias de ellas habían tenido con este sacerdote una relación similar.
Recién entonces, nuestra protagonista tuvo una depresión severa. ¿Por qué ahora? Simplemente porque su secreto del gran amor, que la asimilaba a las protagonista de las novelas, no había sido un hecho trascendente, había sido para él una repetición.
Cuento esta historia porque aún no hablamos del daño que hoy están viviendo víctimas que nunca se sintieron así hasta que fueron parte de un fenómeno masivo. Y, por lo tanto, el espacio del secreto amor con el príncipe de sus sueños se transformó en una vergüenza. Ellas son doblemente víctimas.