Esta hortaliza nos gusta hasta tal punto que casi, casi podríamos comerla cruda. Nos viene en la sangre. Nuestra progenitora experimentaba verdaderas gazuzas de ellas. Y hemos organizado algunas comidas en casa con variados platos de berenjena y nada más. Algún postre, quizá (damos fe de que otro aficionado y gran connaisseur , Romolo Trebbi, prefirió la receta de hoy a todas las demás que aparecieron sobre manteles aquel día).
"Caviar de los pobres" llaman en el Mediterráneo a este prodigio, por esa consistencia granulosita que tiene en su interior cuando está casi pasándose de madura. En tierras cristianas, la berenjena reina en alianza con el tomate y el queso, que se atraen entre sí como si hubieran sido hechos uno para todos y todos para uno. Ah, y de cuántas calumnias es víctima esta preciosura. Como aquella de que es amarga y necesita largos desagües con sal. La verdad es que con este procedimiento se la priva prácticamente de sabor. A menos, claro, que tenga Ud. que vérselas con especímenes demasiado viejos y arrugados; pero si tiene cuidado en la elección sabrá que las arrugas nunca prometen nada bueno (de lo cual inferirá Su Mercé, cuando esté junto a su maduroncita y acaudalada prometida, que será prudente proponerle jugar al "pimpirigallo monta a caballo": si advierte que luego del pellizco el pellejo de las interesantes manitas se retrae con enervante lentitud, calcule bien sus deudas antes de dar un paso en falso; ¡hoy las viejas tan longevas!).
No hay receta más sublime de berenjenas que la titulada "se desmayó el Imán", en recuerdo del soponcio que sufrió el vejete musulmán, más avaro que goloso, al enterarse de la ingente cantidad de aceite de oliva que la Zulema había empleado en la cocción de aquella joya. Déjese de cicaterías y haga por lo menos una vez en su vida este plato soberbio.
Berenjenas del Imán
Corte el tallo a 4 berenjenas medianas. Sin pelarlas, practíqueles 4 tajos a lo largo, sin partirlas. Espolvoree con sal estos cortes. Pique finamente 4 cebollas, rehóguelas en aceite de oliva con 4 tomates pelados y trozados. Sazone con sal, más 1 cdta para té de cada una de las siguientes especias: clavo molido, nuez moscada rallada y canela en polvo. Agregue 2 cdas de perejil picado y 75 gr de pasas corinto ya remojadas. La mezcla debe quedar más bien seca. Lave las berenjenas para quitarles la sal y rellene los tajos con la mezcla, lo mejor que pueda. Póngalas acostadas en una olla y viértales encima 250 ml de aceite de oliva. Agregue 1 hoja de laurel, 1 diente de ajo machacado y el resto de la mezcla que no haya cabido en los tajos. Cocine muy suavemente hasta que las berenjenas estén cocidas y el aceite luzca como jarabe. Sírvalas frías (no heladas), con todo su aceite. Acompañe con mucha marraqueta para sopear los deliciosísimos jugos.