Debo reconocer que mi alma sensible se impactó con la campaña que autoridades vigentes y pasadas de nuestro país impulsan para conseguir la liberación del ex Presidente de Brasil Lula da Silva, para que así pueda volver a ser candidato.
El bueno de Lula (¿le podré decir "Lulo" en esta columna, para efectos de paridad de género, o solo opera en el otro sentido?) cumple una condena de nueve años de presidio por corrupción y lavado de dinero. Pero igual, él es quien hasta ahora lidera las encuestas para las elecciones presidenciales de octubre próximo.
El tema es que Lula (de verdad prefiero decirle "Lulo", como el ex gran futbolista chileno "Lulo" Socías) parece estar reviviendo la historia de ese otro político brasileño que se hizo famoso por ser un popular candidato, pese a cargar con una condena por corrupción. Hablo del gran Adhemar Pereira de Barros, quien incluso llegó a ser postulante a la presidencia de Brasil y se le considera el padre del marketing político en su país, especialmente por su eslogan de campaña " Adhemar roubamas faz " ("Adhemar roba pero hace").
Es curioso, yo sé. Pero es un tema de los brasileños. ¿Qué tenemos que ver nosotros los chilenos con las campañas en Brasil? Nada.
¿Por qué entonces la ex Presidenta Bachelet y las autoridades del Congreso chileno firmaron una carta pidiendo la liberación de Lulo? ¿Y por qué se especula que la ex Mandataria iría a visitarlo a la cárcel la próxima semana?
¿Quién les habrá dicho a ella y a los otros políticos que era una buena idea salir a defender a Lulo? ¿Una agencia de comunicaciones de derecha?
¿Creerá Bachelet y los otros que la están rompiendo aquí en Chile con su campaña para liberar a Lulo?
Hay dos razones para considerar un error lo que están haciendo Bachelet y los suyos. Una es institucional: no corresponde que poderes de un Estado interfieran en las decisiones de un poder de otro Estado. Ya es polémico -como hemos visto estos días- que dentro de un mismo país un poder le diga a otro qué hacer. Imagínense que la presión venga desde el extranjero. La otra razón es política: ¿qué opina el electorado de que sus líderes apoyen la excarcelación de un señor que vivía como rey sin poder explicar cómo construyó su fortuna?
A veces veo que nuestros políticos actúan como pensando en representar el sentido común de personas que no viven en Chile. Como si el electorado viviera en Sao Paulo. O a veces pareciese como si su electorado estuviese en Nueva York o en Ginebra, o en Bruselas.
Los chilenos somos solidarios, pero nunca tanto. No creo que haya mucha gente acá durmiendo mal por la situación de Lulo. A casi nadie se le ocurriría decirle, por cariño, "Lulita", "Lulito" o simplemente "Luli". Aunque bueno, en rigor, esta semana nos enteramos que sí hay un pequeño grupo de dirigentes políticos para los cuales la situación de "Luli" es angustiante.
Mi pregunta es por qué. ¿Por qué, sabiendo que su actitud es impopular e institucionalmente reprochable, salen a defenderlo igual?
Sospechosa la cuestión.