Tras publicar un par de novelas en Chile, el escritor Emilio Gordillo se fue a vivir a Ciudad de México.Cuenta bastante de ese trayecto -geográfico, literario, existencial- en las dos primeras partes del libro, que se organiza en torno a otra frontera, más escurridiza y difícil de aprehender: la estación de Indios Verdes (y las monumentales esculturas que le dan su nombre), punto final de la línea del metro de Ciudad de México que separa, a la vez, el estado de México del distrito capitalino. Es un lugar caótico, desde donde parten cientos de recorridos hacia el entorno sureño; y también es un punto de encuentro, especialmente el par de estatuas que le dan identidad y toponimia a esa zona límite donde Gordillo escoge tanto habitar la historia e indagar en el pasado de las estatuas como situarse en la perspectiva del extranjero que intenta entender algo de una ciudad inabarcable. En esos tramos iniciales, Indios Verdes es también un libro que el narrador escribe, que considera fallido, y que se entrevera con su trabajo como asesor-ayudante o simplemente amigo del escritor mexicano Mario Bellatin, otro gran explorador de fronteras.Hay una veta desmitificadora; las pirámides de Teotihuacán, por ejemplo, no son las originales, han sido reconstruidas para los turistas, se dice, y también hay historias de escritores que son puestas en cuestión. Lo que permanece de estos textos es la búsqueda y la pregunta, el desacomodo del narrador que no sabe bien cómo abordar esas estatuas que tenían otro destino y que acabaron allí, en una terminal desangelada, como un punto de encuentro.
La tercera parte rompe ese hilo. Se centra en el escultor Alejandro Casarín, creador de los Indios Verdes hace unos 130 años. El narrador es el indio que lo ayuda. La narración se vertebra en torno al gesto de la mano de uno de los indios, que debe usar un arma-herramienta-objeto de culto de la que solo permanecen registros en dibujos. No hay un macuahuitl que sirva de modelo y el relato es la historia de ese gesto finalmente plasmado en la estatua. La última parte abre otro doble registro: enlaza con la obra de Roberto Bolaño al abordar los femicidios, y recoge, como si de etnología se tratara, cómo ven los chilangos a los Indios Verdes. Si hay claras filiaciones literarias, también es claro que en la búsqueda del autor hay algo más que experimentación formal y referencias, algo inasible que da unidad y fuerza al conjunto de retazos.
Emilio Gordillo.
Narrativa Punto Aparte,
Valparaíso, 2018.
146 páginas.