Mañana concluye la vigésimo primera edición de la Copa del Mundo. Las opciones son un campeón inédito, Croacia, o un monarca repetido, Francia. Los dos son legítimos protagonistas del partido 64 del Mundial de los balones detenidos, el VAR, el cuarto cambio en el alargue, la reivindicación de la seguridad defensiva y las transiciones rápidas.
El vencedor dará la vuelta olímpica, pero no podrá decir que es la mejor selección del planeta. Ningún equipo exhibió superioridad total, a pesar de que los dirigidos por Didier Deschamps no jugaron alargues para llegar al estadio Luzhnikí. La eliminación de Brasil no alcanza para decir que el Scratch es inferior a galos y croatas. En un juicio inmediato, la verdeamarela es clara favorita ante los balcánicos y pareja con Les Bleus.
Los resultados de este verano europeo mandan y habrá que remitirse a la reflexión de Hernán Crespo, el gran ariete argentino. Al opinar sobre sus frustraciones en la Copa del Mundo, las resumía planteando que la vida futbolística, el proyecto de un entrenador, se resolvía en siete partidos.
Este tipo de competencia suele instalar opiniones apresuradas. Con cuatro europeos en semifinales, se afirmó que Sudamérica estaba en crisis. Colombia se fue en penales con Inglaterra en octavos; Uruguay, sin Edinson Cavani, cayó 2-0 con Francia en cuartos en un cotejo muy cerrado; y Brasil perdió con Bélgica, en un duelo en el que al menos mereció el empate.
En 2014, las selecciones de la Conmebol metieron un finalista (Argentina), otro semifinalista (un oscuro Brasil), otro cuartofinalista (Colombia se inclinó ante el local) y dos más en octavos (Chile y Uruguay, eliminados por el cuadro de Luiz Felipe Scolari y los cafeteros, respectivamente). Este registro ¿amparaba que Sudamérica era la gran potencia? Para nada. Era un dato.
El fútbol siempre tuvo selecciones que ejercieron hegemonía, con algún paréntesis, pero señalando tendencia. Uruguay, oro olímpico en París 1924 y Amsterdam 1928, más el Mundial de 1930, marcó la era inicial. En los años 30, Italia, con su bicampeonato en 1934 y 1938, sumando los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, impuso sus términos. En 1958, Brasil, con Pelé a la cabeza, estableció un dominio que duró hasta 1970, con el tricampeonato en Suecia, Chile y México, a pesar de la eliminación en primera ronda en Inglaterra 1966.
Otro ciclo glorioso lo vivió Argentina. Campeón en casa en 1978 y México 1986, disputó además la final de Italia 1990. Todo con dos entrenadores de cuerda opuesta -César Luis Menotti y Carlos Bilardo- y la irrupción de Diego Maradona. En un nivel muy cercano, Alemania Federal, con sus finales perdidas en España 1982 y México 86, pero con el título inapelable en Italia 1990.
Brasil otra vez grabó una época con sus títulos en Estados Unidos 1994 y Japón-Corea 2002, sumando la final de Francia 1998. En un plano reciente, España campeón en Sudáfrica 2010, con los títulos de las Eurocopa 2008 y 2012, también fue el mejor.
Me incluyo entre los que sospechábamos que Alemania marcaría el rumbo después de Brasil 2014. No pudo en Rusia y entonces se abre un espacio de discusión con la Euro 2020 y Qatar 2022 y la Copa América 2019.
La pelota siempre te da algo más.