En el mundo animal, vemos con frecuencia que las especies más débiles viven en grupos para asegurar que combinando sus poderes puedan resolver sus necesidades individuales. Por ejemplo, un grupo de búfalos puede defenderse de los lobos y preservar su vida. Así es también con los seres humanos. Sabemos desde temprano en la vida que hay situaciones que, si las enfrentamos como individuos solitarios y aislados, la posibilidad de fracaso aumenta. De ahí que la tendencia para superar los sentimientos de inferioridad e inadecuación nos lleve a formar grupos, dentro de los cuales las familias, como una constante en la vida de los hombres, es superior a la constancia en el mundo animal. En otras palabras, la debilidad que es la causa de que los niños crezcan en familia y con adultos, se asemeja a la fragilidad que lleva a los seres a humanos a vivir en sociedad.
Podemos entonces decir que el comienzo de la vida en sociedad se basa en la conciencia de su fragilidad individual. Y podemos también deducir que en muchos casos los complejos de inferioridad se relacionan con falta de entrenamiento social. Tambien, sin duda, con experiencias traumáticas. Pero es ahí donde la resiliencia aparece como un bien necesario. Porque ningún grupo humano como la familia, con sus virtudes y defectos, es capaz de prepararnos para las experiencias de la vida. En parte porque el mundo cambia tan rápido que lo que fue necesario y útil para un grupo familiar puede no servir para la vida que nos va a tocar a vivir.
Esto se ha estudiado mucho a propósito de las guerras. Niños que fueron adaptados en tiempos de paz pueden resultar dañados en tiempos donde las habilidades que requieren son otras que las que aprendieron.
Si bien la sensación de buscar la superioridad y de sentir la inferioridad son universales, eso no significa que todos los hombres somos iguales.
Niños criados por una misma familia reaccionan luego ante los éxitos y problemas de la vida de manera diferente. Y eso, el hecho de que cada ser humano es único, es difícil de aceptar y a la vez es la maravilla de la vida.
Esto a propósito de que es importante disminuir las normas agobiantes que la psicología y la educación moderna imponen a los padres, colegios y a la sociedad. La diversidad es un valor, la uniformidad una pérdida de riqueza social.