Muchos aún vemos con cierta distancia la automatización y la digitalización de la economía. Robots cumpliendo roles impensados como conductores, mascotas o cuidadores de personas de la cuarta edad aún son lejanos para muchos de nosotros. Pero la digitalización y la automatización es más que eso, y sus efectos en nuestro país pueden provenir por diversos canales indirectos.
Pese a que Latinoamérica y Chile adoptan la tecnología con muchos años de rezago, la era digital y la automatización ya están presentes en nuestras vidas. Vemos cómo se multiplican las autocajas en los supermercados, cada vez es más común que las llamadas de ofertas o cobros no sean realizadas por personas sino por computadoras. Muchas compras se hacen a través de Amazon. También el aprendizaje de las máquinas hace posible que los exámenes médicos o de procesos sean interpretados por programas.
Esta nueva realidad tiene implicancias en muchos ámbitos. En primer término, en el trabajo. Los estudios, de comienzos de esta década, que pronosticaban que la mitad de los empleos se verían afectados por la automatización en EE.UU., se ven corroborados con los nuevos antecedentes. Una investigación preliminar del BID muestra que las ocupaciones con un alto riesgo de automatización han crecido un 25% menos que el resto en la última década. Y más aún, sus salarios han crecido levemente menos.
En Chile estos impactos directos pueden tardar un tiempo en hacerse presentes. Pero existen mecanismos indirectos a través de los cuales esta nueva realidad puede afectarnos: el comercio. La automatización puede cambiar los patrones de comercio mundial. El salario en las ocupaciones de alto riesgo de automatización (sobre 70%) tiene salarios un 40% menor que el resto de los trabajadores en EE.UU. Ergo , si los países desarrollados automatizan estas labores, es posible que se vuelvan competitivos en sectores donde hoy países en vías de desarrollo, con menores sueldos, tienen especializado su comercio.
En segundo término, esta nueva realidad tiene importantes implicancias de política pública. En lo laboral, como lo plantea el The European Centre for the Development of Vocational Training (Cedefop) y múltiples informes de organismos internacionales, las "nuevas" ocupaciones que surgen con la era digital y la automatización requieren trabajadores de altas capacidades. Esto implica mejorar la educación en todos sus niveles, pero, para los actuales trabajadores, programas de capacitación y muchas veces de reconversión.
Es imperativo modernizar nuestros programas de capacitación. Debemos implementar un sistema de reconversión laboral que identifique aquellos trabajadores que sean afectados por la automatización, capacitarlos en nuevos o similares oficios, e incorporarlos a programas de reinserción laboral en un trabajo público-privado. Esto ha mostrado ser difícil.
Todos los últimos gobiernos han planteado el desafío de modernizar el Sence y utilizar de mejor forma la franquicia tributaria por gastos de capacitación -más de 150 millones de dólares-. Pero han existido pilotos exitosos. Cursos de reconversión de mujeres profesionales por parte de Corfo, en conjunto con el Sence y organismos privados, como Sofofa, han tenido éxito, aunque su escala es pequeña aún.
Debemos adaptar nuestra legislación laboral a esta nueva realidad que dista mucho de la realidad industrial en la cual se basa nuestra legislación laboral. Modificaciones como el teletrabajo, adaptabilidad de jornadas y otras materias laborales son temas que debemos abordar. Insisto, no es fácil, así lo demuestra la última reforma laboral donde toda esta temática no prosperó, pero es indispensable volver a tener esta conversación y ver cómo evitamos los temores y fantasmas que la rodean.
Por último, pero no menos importante, estos nuevos cambios tecnológicos tendrán importantes impactos en la forma que miramos la seguridad social a futuro. Como ya se observa en muchos mercados, la nueva tecnología ha permitido la aparición de nuevas plataformas que permiten la desintermediación de muchas ocupaciones. Aumenta el número de trabajadores freelance , lo cual implica hacerse cargo de que los trabajos asalariados pueden disminuir a futuro, y más aún, en plataformas que unen oferta y demanda en distintos países surge el tema de dónde se deben pagar las contribuciones sociales. El financiamiento de la vejez se puede complicar aún más.
Sin duda, un primer paso es la obligatoriedad de las cotizaciones para todos los trabajadores, asalariados e independientes, sin distinción.
La revolución digital y la automatización nos alcanzan con sus beneficios, pero también con sus desafíos.
Alejandro Micco A.
Profesor Facultad de Economía y Negocios
U. de Chile