Se sospecha que decenas de premios nacionales, con motivo de su edad, quizá no poseen tarjetas de crédito bancarias.
En la categoría Ciencias Exactas y Ciencias Naturales hay un ingeniero, un neurobiólogo, un biólogo, un hidrobiólogo y dos bioquímicos en plan octogenario, lo que restringe o impide su permanencia en el mundo plástico.
Distintos galardonados en Humanidades y Ciencias Sociales, también alguien tan activo como el filósofo Juan de Dios Vial Larraín, podrían no estar en condiciones de realizar algo cotidiano y simple para millones de chilenos que no son, por cierto, premios nacionales: enfrentarse a un cajero, introducir el artefacto, teclear la clave, decidir el monto y una vez obtenido, por favor, no olvide retirar la tarjeta, si es que la tiene.
Una situación que podría afectar al economista Ricardo Ffrench-Davis o al sociólogo Tomás Moulian, autor de
El consumo me consume, por lo que es probable que la imposibilidad lo tenga sin cuidado, pero se trata de un caso personalísimo.
El director titular de la Orquesta de Cámara de Chile, y premio nacional de Música, Juan Pablo Izquierdo, ya superó la franja que expulsa del reino plástico.
En los distinguidos como premios de Historia Sergio Villalobos y Gabriel Salazar, de 88 y 82 años, no clasifican para estos menesteres, por lo que el título de uno de los textos de Salazar,
Ser niño "huacho" en la historia de Chile, se aplica a una enorme cantidad de premios nacionales en los bordes y periferia del sistema bancario.
No sabemos cómo lo hacen los últimos premios de Periodismo, Abraham Santibáñez y Alberto Gamboa, que probablemente utilizan el billete largo o corto, que guardan bajo el colchón y no acumulan millas.
Ni cómo se las arreglan Alejandro Sieveking y Héctor Noguera, premios nacionales en Artes de la Representación, que pese a este obstáculo, actúan, dirigen y guían a las generaciones más jóvenes.
O el Premio Nacional de Ciencias de la Educación Ernesto Schiefelbein, y varias otras distinguidas educadoras.
De los últimos cuatro premiados en Artes Plásticas, solo uno y porque es menor y vive en Estados Unidos, podría acceder al plástico sin restricciones ni interrogatorio del ejecutivo, pero muy difícilmente el resto, por una simple razón: han vivido demasiado. Y la paradoja es que por eso, y por su obra, les dieron el premio.
En Literatura, se reproducen los hechos desde luego con Jorge Edwards, que prepara el segundo tomo de sus memorias, y el poeta Óscar Hahn, por lo demás activos en la academia y conferencias.
Y todo esto, por cierto, supera el ámbito de los premios nacionales: un ex canciller de la República, como Alejandro Foxley, o un ex senador y embajador como Sergio Romero. El director de la Academia de la Lengua, el lingüista Alfredo Matus. Un respetado maestro y pensador como Gastón Soublette. O bien Andrés Zaldívar, que por lo demás es presidente del Consejo de Asignaciones Parlamentarias.
La conclusión parece evidente: cierra los ojos, olvida la clave y vámonos.