La editorial Sajalin, que desde hace pocas semanas tiene distribución en Chile, ha levantado un catálogo de nombres poco habituales en nuestras librerías; excepto algunos clásicos como Bernard Malamud y Gaito Gazdánov, en su mayoría se trata de autores europeos, estadounidenses o japoneses con propuestas que escapan de las fórmulas más convencionales de la literatura. Un caso notorio es Edward Bunker, un exconvicto que escribió algunas de las novelas policiales más descarnadas y filudas del siglo XX.
Soñé con elefantes es la segunda novela de Ivica Djikic, nacido en Bosnia-Herzegovina y radicado en Zagreb, Croacia. En esta novela, y previsiblemente en el resto de su obra, tiene mucha relevancia la reciente historia de la península de los Balcanes, con el peso siniestro de las limpiezas étnicas y guerras que están entre las más cruentas y feroces de la segunda mitad del siglo pasado. Y, sin embargo, con mucha habilidad, aunque de eso se trata la novela, Djikic solo una vez, y solo por dos o tres páginas, entra en el detalle de cómo se cometieron los crímenes de guerra perseguidos luego por tribunales internacionales. El tejido argumental desarrolla varias historias, pero no tienen un carácter testimonial. Y eso hace que la novela sea más eficaz para dar cuenta de la violencia solapada y la corrupción que acompañó la instalación de Croacia como país independiente.
Uno de los personajes, Andrija Sucic, estuvo en la guardia del presidente, en la isla donde tenía su residencia de veraneo. El presidente tenía dos elefantes. En el tedio profundo de cuidar un lugar que en realidad no estaba amenazado, los soldados, borrachos, acalorados y enfurecidos, se entretienen golpeando a los elefantes. Todos, salvo Sucic, hasta que lo obligan a hacerlo. De ahí viene una de las líneas importantes de la trama y el motivo por el que el soldado decide contar lo que vio. La estructura de la novela es compleja: diez capítulos, cada uno dividido en tres partes, con distintas voces narrativas que siguen, a grandes rasgos, tres líneas argumentales que constantemente se entrecruzan. La historia de Sucic, con cuyo asesinato se abre el libro; la de su hijo policía, que investiga su muerte, pero del que Sucic nunca supo que existía, y la de Jadran Rimac, el más prominente mafioso de Zagrev, más la de sus cómplices y de su abogado, que dice que renunció a ser fiscal general cuando se difuminó la frontera entre el Estado y personajes como Rimac. Djikic propone una mirada hacia el pasado que no evita las zonas ambiguas ni las complicidades oscuras: no hay maniqueísmo, por más que quede clara la posición del narrador.
Ivica Djikic.
Sajalin Editores,
Barcelona, 2013.
244 páginas.