Chile debe levantar fuerte la voz y reaccionar en defensa del libre comercio. Trump ha desencadenado una guerra comercial.
Por ahora nos impactan perdigones: nueces chilenas se han visto atrapadas por aranceles que impuso India a las norteamericanas. El precio del cobre retrocede por la incertidumbre del libre intercambio. Nos pueden caer bombas arancelarias devastadoras.
El libre comercio es una causa justa. Ha impulsado el crecimiento de Chile y el bienestar de los chilenos. Tenemos autoridad y obligación para salir enérgicamente en su defensa.
En 1974 se terminó con la aberrante política de la Cepal de sustituir las importaciones por producciones locales. Se pretendía ser autosuficientes. Luego, nos hemos dedicado a lo que podemos producir mejor, según nuestras ventajas comparativas. Fuimos los primeros en América Latina. No fue fácil. Hubo ácidas críticas de políticos, economistas, empresarios y de la Iglesia Católica. Se enfrentó el ataque regional al retirarnos del Pacto Andino, para eliminar aranceles y restricciones a las importaciones y a las exportaciones. Hasta los mayores detractores de entonces reconocen los beneficios de haber liberado el comercio exterior.
Trump tiene argumentos para reclamar por los desequilibrios comerciales. Lo repudiable es que lo hace abusivamente. Pudo haber negociado. Prefirió volver al mercantilismo, al colonialismo del siglo XVI al XIX y a repercusiones del imperialismo del siglo pasado.
Sería del todo arbitrario sufrir el proteccionismo de Trump. En los últimos cinco años el saldo comercial bilateral supera los catorce mil millones de dólares, a favor de Estados Unidos. El arancel nacional para las importaciones es inferior al norteamericano.
No le sucede lo mismo a Estados Unidos con Canadá y la Unión Europea; sus aranceles son muy superiores. Peor es con China: registra un déficit comercial superior a los 200 mil millones y reclamos por apropiación indebida de la propiedad intelectual de Estados Unidos. Trump ha elevado los aranceles para importaciones chinas por 34 mil millones de dólares; equivalen al total de las exportaciones de cobre chilenas durante 2017. Antes solo había subido aranceles para el acero y el aluminio de varios países, incluyendo del Nafta. Dice que va por más.
Chile debe reaccionar a los más altos niveles. El Gobierno y los legisladores deben salir en defensa del libre comercio y la Cancillería hacer su tarea silenciosa y efectiva.
Hay urgencia en reforzar nuestra vacante Embajada en Washington con diplomáticos experimentados en el Congreso, las agencias y los centros de poder norteamericanos: epicentros del proteccionismo del que hay que defenderse. Se ha hecho antes, y con éxito, frente a formidables intentos para fijar aranceles al cobre y restringir las exportaciones de fruta a Estados Unidos. De manera definitiva se pensó que nos protegería el Tratado de Libre Comercio. Eso mismo pensaron los canadienses y mexicanos. A pesar de ser vecinos y del TLC, están sufriendo en sus exportaciones a EE.UU.