Es una buena noticia que Donald Trump y Vladimir Putin tengan un cara a cara en Helsinki. Esto es así, aunque no tengamos muchas expectativas de que sus conversaciones sean decisivas para el futuro del mundo. Como fueron las que tuvieron, por ejemplo, Mijaíl Gorbachov y George Bush padre, en 1990, en la misma ciudad finlandesa. Claro que Trump no es Bush y Putin está totalmente en otra actitud que la que Gorbachov tenía cuando lanzó la perestroika y la glásnost, que terminaron por derribar a la Unión Soviética.
Por alguna razón, Donald Trump hace que un encuentro que debiera ser clave para redefinir las tensas relaciones entre Estados Unidos y Rusia adquiera más un aura de espectáculo que de gran acontecimiento político. Ocurrió eso con su reunión con Kim Jong-un, en Singapur, donde apenas se acordó una "hoja de ruta", vaga y sin sustancia, pero que nos mantuvo alertas, esperando las noticias, para, finalmente, convencernos de que no hubo más que un fuego de artificio. Hasta ahora, Kim sigue con sus instalaciones nucleares, mientras Trump se vanagloria de una victoria pírrica.
Con Putin las cosas pueden ser similares. Hay muchos temas pendientes con Rusia, desde los ciberataques, la seguridad de Europa del Este, la guerra en Siria y la anexión de Crimea. Para Trump, la política exterior es mucho más una cuestión de relaciones personales que de diplomacia y estrategia, por eso confía en su "encanto" para convencer a su interlocutor de que haga lo que va bien con sus intereses. Una vez dijo que sería muy fácil para él convencer a Putin con un "por favor, sal de Ucrania" o "por favor, retira tus tropas de Siria". Vamos a ver si en Helsinki logra que Putin -a quien dice creer que es inocente de la supuesta intervención rusa en las elecciones de 2016- sea tan dócil.
El Presidente ruso es obstinado para lograr sus objetivos políticos y estratégicos. Devolver a Rusia su lugar en el mundo, recuperar su "grandeza", no es solo un eslogan. Putin ha logrado mantener a raya a la OTAN en Ucrania y Georgia, y ha demostrado que cuando decide intervenir, como en Siria, no escatima recursos.
Trump, con su "América primero", está más enfocado en proteger los intereses comerciales que en ejercer el liderazgo geoestratégico. Si no fuera así, no trataría a sus aliados de la forma en que lo hace. Está la experiencia del G7 en Canadá, donde no solo se bajó del comunicado final, sino que tildó a su anfitrión de "deshonesto y débil". Ahora, se reunirá con Putin después de una cumbre de la OTAN, en la cual, como dijo un diplomático europeo, puede proferir algunos "odiosos comentarios" de los socios transatlánticos.