Nos estamos volviendo cultos. Porque con la llegada del invierno se abren innumerables "cursos de extensión", donde Usía aprenderá todo lo que siempre quiso saber y nunca le hizo falta. Además, podrá ponerse al día con las lecturas atrasadas (La pequeña Lulú, Patoruzito, Ricket el del Jopo), y trabar amistad con miembros del público que frecuenta los paraninfos invernales: coroneles retirados y manicurados, jubiladas carnuditas y friolentas, fruncidas y añosas vírgenes y unos cuantos gansos flacos, pelilacios y tocadores de flauta dulce.
Tanta cultivación nos enerva, sin embargo. "A la mujer déjenlan, al hombre déjenlon", según Rousseau, picado de la araña y paranoico, sugería en el Emilio, libro sobre la educación de los parvulitos, para escribir el cual abandonó a sus 5 hijos en un asilo. Así nos lo han contado en uno de tales cursos. Informada la madre de las creaturas acerca de esta novedad, dijo: "¡Méh!". Y siguió ordeñando, porque a Jean-Jacques le gustaba todo lo que fuera leche, queso, mantequilla, yogur, cremas, natas, quesillos, cuajadas, ricotas. Y como la tenía optimista, su Thérèse ordeñaba y ordeñaba. También estaba optimista la vaca. Todo el mundo estaba optimista. Lo cual indignaba a Voltaire que, constantemente de malas pulgas, le mandaba cartas: "He recibido, cher monsieur, su último libro contra el género humano". Y agregaba: "puesto que es Ud., cher monsieur, tan amigo de la naturaleza, le invito a Ud. a mi hacienda a pastar junto con mis vacas". El vejete tenía su hacienda en la frontera con Suiza, para salir arrancando cada vez que los destinatarios de sus misivas decidían ir en persona a propinarle su merecido. Por cierto, al final, murió gritando "¡Confesión!", como es la prudente costumbre entre comecuras. Jean-Jacques, por su parte, luego de haber sido saltimbanqui, "cientista político", gigoló, músico, constitucionalista, literato, diplomático, cortesano, padre de 5 huérfanos y enciclopedista, se dedicó a "herborizar". Y a onanizar un poco a la orilla de los bosques, como él mismo, exhibicionista que fue también, cuenta en sus Confesiones. Por ahí se le ocurrieron un día algunas de las ideas maestras de la Revolución Francesa, que le debe tanto.
¿Qué comer que esté a la altura de este "philosophe"? Alguna cosa cremosita habrá de ser. E invernal.