Una nueva ola de protestas, propuestas y discusiones han vuelto a poner el tema de la mujer sobre el tapete. Y la discusión privada que esto ha generado es interesante. Porque ha cambiado el énfasis desde lo que antes fue fundamental, que era la participación de las mujeres en el mundo del trabajo como un derecho y la compatibilidad entre el trabajo y la crianza de los hijos.
Las mujeres ingresamos al mundo laboral, fuimos nombradas en cargos de responsabilidad en las empresas e instituciones, tuvimos una Presidenta de la República. Cuando se miran los avances espectaculares que hemos conseguido en corto tiempo (los tiempos de los cambios culturales son mucho más lentos que las decisiones administrativas o legislativas), parece que hemos logrado mucho. Mucho más de lo que las generaciones anteriores pronosticaron como posible en un país culturalmente conservador como el nuestro.
Sin embargo, en las conversaciones privadas de mujeres, hay todavía una queja dura, que hoy se relaciona con la subjetividad y el trato. Y es que las mujeres sienten que tienen que ser "duras" y "antipáticas" para imponerse como figura de autoridad.
Hay que hablar de otra manera, hay que ejercer autoridad con dureza, hay que manifestar críticas en un tono que en nada se parezca a una queja, hay que parecerse a los hombres.
Esto es visto y vivido por muchas como un atentado a su estilo y personalidad. En otras palabras, para imponerse hay que hablar fuerte, duro y seco. Para ejercer autoridad hay que parecer segura y determinada.
En el mundo laboral, muchas mujeres se quejan de dejar fuera de las reuniones toda dulzura, toda duda, toda ignorancia, toda fragilidad. Esto es cansador y a veces hasta doloroso para muchas mujeres. No quieren disfrazarse para ser buenas ejecutivas, no quieren ser duras para que sus opiniones sean escuchadas como críticas serias, quieren ser como son. Ejercer poder sigue siendo un desafío para las mujeres de hoy. Ser dura o crítica cuando corresponde se acerca más a la neurosis o a la susceptibilidad que al normal ejercicio del poder.
Sí, todo ha cambiado mucho en poco tiempo, pero el prototipo de lo "femenino" cambia muy lentamente. Y es un motivo de estrés para las mujeres que trabajan y tienen responsabilidades. Los movimientos femeninos expresan de una u otra manera un descontento que no está resuelto. Cómo ser mujer en un mundo de hombre, sin dejar de ser mujer.