En "Los arrepentidos" la limpia y despojada puesta en escena de Víctor Carrasco, y las bien calibradas actuaciones de Alfredo Castro y Rodrigo Pérez resultan dignas de todo elogio, pero no son lo importante. El reflejo de la extrema y sobrecogedora experiencia de vida real que ellos articulan está allí para conmocionar al público, obligarlo a tomar una posición y sugerirle preguntas tan inquietantes y profundas como un abismo.
Debut como director y dramaturgo del sueco Marcus Lindeen a los 26, esta propuesta performática presentada en numerosas plazas en seis idiomas desde su estreno en 2006, tiene sin duda un fuerte componente de teatro documental. De hecho cuatro años después y con el mismo asunto el autor hizo un documental que mereció una docena de premios en festivales internacionales.
En 80 minutos recrea organizadamente la transcripción de las conversaciones sostenidas por dos suecos sexagenarios que decidieron cambiarse de sexo, años más tarde, convencidos de que esto había sido un error, optaron por retomar su género original y volver a su identidad de hombres. Sucede en una suerte de estudio de grabación y asistimos, se supone, al primer encuentro de los personajes que nunca se habían visto y comparten sus vivencias.
No es teatro en el sentido que aquí no hay una historia representada. Consiste solo en la exposición paralela y dialogada de ambos testimonios, a la manera de un 'talk show' o investigación antropológica, que sumerge en la dolorosa existencia de las personas trans, siempre asediadas por la más severa censura social (y esto ocurre en un país del primer mundo). A veces el relato es apoyado con fotos de los verdaderos Orlando y Mikael. El primero tuvo una juventud promiscua y como mujer llegó a estar casada once años con un hombre que rompió con ella al enterarse de su secreto. El otro llevó una triste vida asexuada, con apenas un par de relaciones.
La obra, que ratifica desde la escena que la sexualidad no es para nada una cuestión binaria, se presenta en el momento en que el tema trans está en el foco del interés público; sobre todo debido a que el oscarizado filme "Una mujer fantástica" nos dio en el mundo el falso barniz de nación informada y aperturista. Más de alguien se ríe cuando Mikael dice no considerarse homosexual, es de temer que no pocos crean que gay y trans es lo mismo.
Resulta estremecedora por el sufrimiento y soledad que conllevan estas biografías. Sin embargo, no se manifiesta ni a favor ni en contra de la reasignación quirúrgica de sexo. En un momento se desliza la idea de que ellos, más que ser de otro género, buscaron convertirse en otras personas. Fueron suficientemente corajudos para atreverse a ser quienes querían ser y buscar la felicidad a su modo, sin temor a equivocarse y a echar pie atrás. Entonces, más allá del perturbador impacto que produce, el espectador puede entender la obra como una exploración más amplia en torno al tema de la identidad: qué es ser hombre o mujer, cómo aprendemos y buscamos vernos a nosotros mismos, hasta qué punto nuestro cuerpo ha determinado nuestro yo e historia de vida.
Centro GAM. Miércoles a domingo a las 20:30 horas. Hasta el 8 de julio.