El objetivo principal de la oposición al actual Gobierno de derecha es lograr el triunfo en las elecciones regionales y municipales de octubre de 2020. Objetivos importantes además durante este período y antes del próximo evento electoral, debieran ser la fiscalización de los actos del Gobierno y el debate legislativo para, por una parte, mejorar con sentido de equidad y libertad los proyectos del Gobierno, así como también transformarse en un "frontón" ante cualquier intento legislativo y/o administrativo por retroceder en los avances logrados por Michelle Bachelet en su segundo gobierno, y que en definitiva corrieron el cerco hacia una sociedad más justa.
No obstante esa simultaneidad de tareas para la oposición, es importante empezar desde ya el diálogo político para lograr el triunfo en dos años más. Las elecciones de octubre de 2020 son cruciales, porque se constituyen en la antesala de las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre de 2021, y el resultado de las primeras serán muy relevantes, tanto en el clima de opinión pública como en la correlación de fuerzas para la disputa del próximo período presidencial. El punto de partida para este objetivo es positivo para la oposición, considerando que a nivel de fuerzas políticas hoy es mayoría en el Parlamento, de acuerdo a la última elección parlamentaria, en particular en la elección de diputados, que mide la fuerza relativa de los partidos y coaliciones. Es bueno recordar que hace solo siete meses, si bien la derecha obtuvo un contundente triunfo en la elección presidencial, en la elección de diputados, que es la única que mide la correlación de fuerzas junto a la de concejales, la derecha obtuvo solo el 38,66% de los votos. Desagregada esta cifra en un 4,26% para Evolución Política; un 0,66% para el PRI; un 17,79% para Renovación Nacional, y un 15,96% para la UDI. La cifra acumulada es muy parecida a la que obtuvo la derecha en las municipales de 2017.
Por otra parte, el punto de partida de la oposición es: un 3,34% para el PRO; un 16,50% para las fuerzas del Frente Amplio; un 10,28% para la Democracia Cristiana; un 24,05% para la lista parlamentaria de la Fuerza de Mayoría que integraron el PPD, el PS, el PR y el PC. Además, desagregando esta última cifra, el PPD obtuvo 6,10% de los votos; el Partido Radical, el 3,61% de los votos; el Partido Socialista, un 9,75%, y el Partido Comunista, un 4,58%. Es decir, y de acuerdo a esta última elección, la oposición es la mayoría. Cabe consignar además la desaparición total o parcial de diferentes fuerzas políticas por su fracaso en la última elección, como el partido País, con el 0,59% de los votos; el Partido de Trabajadores Revolucionarios, con el 0,08% de los votos; Amplitud, con el 1,02%; Ciudadanos, con el 0,51%; Democracia Regional Patagónica, con el 0,34%; Unión Patriótica, con el 0,86%; Mas Región, con el 0,16%, y el partido Izquierda Ciudadana, con el 0,24% de los votos. La excepción relativa de estas nuevas fuerzas la constituyó la Federación Regionalista Verde Social, que obtuvo el 1,58% de los votos.
Con el cuadro descrito, solo con la unidad más amplia de la oposición, que va desde la Democracia Cristiana al Frente Amplio, es posible lograr el triunfo en dos años más. No hay alternativa. En este marco han surgido propuestas tanto del Frente Amplio como de la Democracia Cristiana para que en las próximas elecciones municipales se reforme la ley orgánica constitucional de municipalidades para establecer una segunda vuelta en dicha elección. Dicha propuesta ignora que la derecha ya se opuso en el 2001 y se opondrá en el presente, porque dicha alternativa, y de acuerdo a las cifras, la deja en minoría en gran parte de los municipios del país en la elección de alcaldes y alcaldesas, así como de gobernadores regionales. Cabe recordar que en el año 2001, como subsecretario de Desarrollo Regional en el gobierno del Presidente Lagos, me tocó la responsabilidad de tramitar el proyecto de ley que separaba la elección de alcaldes y concejales, y que en su versión original contemplaba la segunda vuelta si ninguno de los candidatos obtenía la mayoría absoluta en primera vuelta. Dicha disposición fue rechazada de plano por la derecha en aquella oportunidad, por la misma razón que tendrían hoy día: son una minoría. En consecuencia, iniciar el diálogo político de la oposición con la condición señalada es prácticamente inviable, no por el resto de la oposición, sino por la conducta de la derecha.
Puestas así las cosas, reitero, no cabe otra alternativa que la unidad completa de la oposición, y quien no admita esta evidencia deberá asumir su responsabilidad política frente a un nuevo triunfo de la derecha.