Desde "La reina Isabel cantaba rancheras" en 1997, "Historia de amor con hombre bailando" es la sexta novela del escritor Hernán Rivera Letelier en ser adaptada para la escena, algunas en más de una versión. La primera producción teatral de CorpArtes ocupa el mismo escenario en que hace tres años tuvo buena acogida otro título suyo, "La contadora de películas".
El montaje sobre el libro publicado en 2013 funciona como espectáculo musical. En él el autor vuelve a su universo habitual -las desaparecidas salitreras nortinas que evoca con nostalgia y humor, más una cuota de realismo mágico- para centrarse en un obrero cuarentón, famoso por lo feo y por haber sido el mejor bailarín en la pampa; un marginado sobrellevando la condena trágica de su apariencia, a la vez paradójicamente y de algún modo seductor. Apodado El Feo, llega recién casado a Coya a buscar trabajo a fines de los 60; luego su esposa muere y más adelante se enamora sin ser correspondido de una afuerina de vacaciones en el lugar.
Es, desde luego, un pretexto simple del cual Rivera se vale para fabular otra evocación de los particulares usos y costumbres en las salitreras. El director Bastián Bodenhöfer pone como eje de su adaptación a un narrador que hace avanzar y comenta el relato, en tanto encarna a dos de sus personajes. Eso define su propósito de ofrecer una ilustración escénica de la novela, privilegiando el recorrido que la trama permite por los bailes populares de esa época.
Así la propuesta ofrece un desfile de ritmos como el mambo, el rocanrol, el twist y otros, entreverados por las escenas actuadas. El fuerte está sin duda en los pasajes de gran movimiento escénico, con los 15 ejecutantes llenando de energía el espacio en los cuadros colectivos, de baile y pelea, apoyados por el grupo instrumental de sonido brillante. Bien dosificado por Bodenhöfer, que también es músico, el despliegue es tan animado que uno puede olvidar que el escenario está invariablemente desnudo, vestido tan solo por la colorida iluminación.
A poco andar se echa de menos en escena el ambiente de la dura vida minera y el toque de chilenidad. Todo es tan bonito de ver que alguien hasta podría sospechar que esto es una variante criolla de Tony Manero y su pandilla del sábado por la noche. Más serio es que el libreto se preocupa de exponer una peripecia clara, y apenas de dar profundidad a sus personajes, que como siempre en Rivera debieran ser bastante más llamativos. Aquí se definen por su aspecto físico y no sabemos casi nada de cada cual, mientras que sus interrelaciones son básicas.
La segunda mitad de sus 80 minutos de entrega tiende a perder atractivo, pues uno quisiera más espesor dramático, y todo se resuelve en más bailes y canciones del recuerdo. Felipe Ríos, dotado bailarín, impone su rol protagónico por presencia, pero El Feo sin duda tiene claroscuros y una interioridad que sus escasos diálogos no llegan a revelar.
CorpArtes. Viernes y sábado a las 20:00 horas. Domingo a las 19:30 horas. Hasta el 23 de junio.