El Evangelio de hoy nos recuerda al sembrador que echa la semilla en la 'tierra' para que ella dé fruto. ¿Cómo se aplica esta parábola en la actualidad? El sembrador es Cristo; la 'tierra' es el mundo -y la Iglesia-; los frutos de esa siembra son que crece el Reino de Dios y su justicia. En último término, que la cosecha será un bien para la Iglesia y, por ende, para toda la sociedad.
En esta lógica comprendemos que el Reino de Dios crece día a día entre nosotros, y lo hará mucho más si nosotros colaboramos para que crezca. Si somos una 'tierra' sin abono, una pedregosa o simplemente una 'tierra' sin agua, haremos difícil que Cristo y su Reino crezca entre nosotros y que su amor se evidencie en plenitud.
Llevándolo a la realidad de nuestra Iglesia en Chile, tan abatida por estos días, en la fe sabemos que el Señor está sembrando entre nosotros. También tenemos certeza que debemos hacer un camino de conversión radical para ser una 'tierra' nueva que pueda acoger con mayor fecundidad la siembra. ¿Cómo podemos hacer este camino de preparación -conversión- para que la siembra sea fecunda? Poco a poco se van visualizando algunas claves.
La primera es la urgencia de
restablecer la comunión eclesial. La auténtica fraternidad entre nosotros, que brota de unidad con y en Cristo, es la mejor preparación de la 'tierra' para ayudar al Sembrador en la tarea de propagar el Reino. Venciendo toda cultura de 'elite' hemos de forjar una cultura de la comunión verdadera que reconozca las diferencias y que siempre está abierta a los demás; una cultura que no se deje engañar por una fe ideologizada sino que, por el contrario, viva una fe evangélica que se deja cautivar una y otra vez por el Señor. Como nos ha dicho Francisco, "seremos fecundos en la medida en que potenciemos comunidades abiertas desde su interior y así se liberen de pensamientos cerrados y autorreferenciales, llenos de promesas y espejismos que prometen vida pero que en definitiva favorecen la cultura del abuso".
La 'tierra' será propicia para la siembra cuando se reconozca necesitada. Esto implica que
la fragilidad reconocida y aceptada es un precioso camino para restituir la confianza. El aceptar que somos pecadores, que nos hemos equivocado, e iniciar el camino de reparación a las víctimas, permite restablecer la sanidad de la 'tierra' y empezar a caminar nuevamente en amistad cívica con toda la sociedad.
Unido a lo precedente, hemos de abonar la 'tierra' trabajando a la luz del día para
desterrar cualquier atisbo de la cultura del abuso y del encubrimiento. Ese ambiente impide toda fecundidad porque las semillas caen en 'tierra' contaminada y, consecuencialmente, estéril. Como nos ha dicho el Santo Padre, hemos de aunar todos nuestros esfuerzos en generar una 'cultura del cuidado y de la protección'.
Para la futura primavera eclesial será necesario, además,
el compromiso activo de todos los miembros de la Iglesia y que, en corresponsabilidad con sus pastores, asuman la tarea de 'reconstruir' la Iglesia, de restablecer las confianzas y de dar señales claras a la sociedad. Todos debemos preparar y cuidar la 'tierra'.
En esta clave entendemos con gratitud la atención predilecta que el Sucesor de Pedro está dispensándonos con múltiples gestos 'medicinales', como es la Misión Scicluna. Francisco nos ha hecho 'tocar' el problema, nos está ayudando con caminos de sanación y nos está alentando a renovarnos en la fe para retomar el camino en el que Cristo crezca.
Estamos en el tiempo de abonar la 'tierra' para la siembra, y Francisco nos está conduciendo para preparar la 'tierra' nueva. No tengo duda de que -si tenemos un corazón abierto para dejarnos ayudar- la 'tierra' de la Iglesia en Chile será propicia y la siembra germinará.
(El Reino de Dios) "Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra". (San Marcos 4, 26-34)