Aunque tuvo tres breves ciclos de funciones desde su debut en 2013, se puede decir que este es el estreno a público de un notable trabajo que vierte escénicamente el relato en décimas con que el poeta, cantautor y folclorista Roberto Parra plasmó en forma directa cómo él vivió el 11 de septiembre de 1973. El manuscrito original de "El golpe" se perdió, pero luego el artista popular -hermano menor de Nicanor y Violeta- lo reconstruyó en distintas reescrituras de 1980 y 1989, resguardadas por la Biblioteca Nacional y hasta ahora desconocidas.
Para este montaje, el tercero a partir de la obra literaria del 'tío Roberto' tras "La Negra Ester" y "El desquite", ambas dirigidas por Andrés Pérez, la dramaturgia de Florencia Martínez adaptó los dos textos dándoles un orden unitario. Parra falleció en 1995.
La obra no se podía elaborar de otro modo que como un unipersonal, ya que es el propio Parra el que nos testimonia lo que vio y supo en sus recorridos por las calles de las poblaciones periféricas y el campo. Es la evocación dolida y sensible, a veces con ribetes de ternura o triste ironía, de un testigo de los sufrimientos de su pueblo, independiente de su postura política. Quien recuerda se muestra horrorizado y furibundo por el dolor humano que provoca la injusticia y el abuso de poder, mientras hace desfilar imágenes de humillación y tortura, y se refiere a numerosas víctimas, la mayoría anónimas, y a sus victimarios.
El relato tiene la musicalidad de la poesía popular y la riqueza ingenua del habla del pueblo; suena, sin duda, muy chileno. También es cierto que en los 50 minutos que dura algunos motivos ya expuestos se repiten, y la métrica octosilábica tiende a un fraseo monótono. Pero eso se contrapesa fácil con los continuos giros de la creativa puesta en escena de Soledad Cruz, que llena la escena de juegos físicos y cambiantes estímulos y, sobre todo, con la excepcional
performance de su único ejecutante, Nicolás Pavez. Ambos se apoyan en el pianista Nicolás Lascar, quien desde un costado aporta la música que identifica a Parra -la cueca chora y el jazz guachaca- y acompaña el canto a lo humano y las vocalizaciones.
Hace tiempo que sabíamos de las muchas dotes de Pavez, quien integró el elenco de la notable "En fuga no hay despedida" sobre Violeta Parra la temporada pasada. Pero aquí brinda un desempeño magnético, no menos que virtuoso por su dominio corporal y vocal. Encarna a un entrañable 'tío Roberto', nada de pícaro como el de "La Negra Ester" (al que hace una breve cita gestual), sugiere numerosos otros personajes y modula diversos estados de ánimo con pequeños cambios de voz y posturas corporales, canta y llena el espacio con su tremenda energía histriónica. Una gran y memorable actuación, sin duda.
Con un solo y desafortunado borrón: el remate. Se estira con un largo efecto teatral que incluye otra intervención de piano y hojas en blanco que caen (dos veces) desde lo alto. Innecesario y redundante, rompe el desconsuelo que deja flotando la última frase del texto y perjudica la impresión general.
Teatro GAM. Miércoles a sábado, a las 21:00 horas.
Hasta el 23 de junio.