La creatividad de las Desiderias chilenas no supera los estrictos mínimos de esta virtud (en cambio, las peruanas la poseen en grado excelso: una de ellas nos dio un día unos tallarines aliñados con... curry: una delicia). Toma años meterle en la mollera al pinche nacional lo que es menester, como para que se pueda además enseñarle a distinguir diversos tipos de enchiladas, sushis, bagels y demás "propuestas" que vienen a manteles en maridaje excesivamente creativo. Miren qué: nos han "ofertado" a la "dama" y a mí, hace unos días, un condumio "innovador" que recordaba esos platos que la gula va recargando en los "buffets", poniendo de todo un poco, hasta formar un pequeño cerro alimenticio que el Max, nuestro siempre hambriento quiltro amarillo, encontraría excesivo.
Ha dicho Bocuse que todos los grandes platos ya han sido inventados. Lo que viene ahora es o una lenta depuración y refinamiento, o la atroz caza de lo nuevo, insólito e inaudito. Quizá, como quería Marinetti, descubran que debemos comer tocando, o tocar comiendo: para este plato, la felpa; para aquél, la franela. O tragar aquellos hierbajos al wasabi al son del gregoriano de Solesmes, recomendando para esas carnitas brasileñas asadas unas sonatinas para violín y trutruca. ¡Mal haya! ¡Que se vaya por el mero hoyo de la alcantarilla toda la cáfila de chefecitos creativos, repipis y efímeros! ¡De mescolanzas coquinarias, "libera nos Dómine"! Ud., hágame caso: vuelva en sí, y advierta a su Desideria que, al primer desvarío a que se abandone, deberá volver a las tinieblas exteriores.
Por lo que toca a la forma como tomará Ud. sus alimentos, aparte de recomendarle que lo haga a horas fijas, en posición cómoda y con ropas holgadas, le sugerimos unas cuantas fórmulas, antiguas, higiénicas, suculentas, fáciles, inocentes de todo desvarío creador y de toda excesiva admiración por abalorios culinarios. ¡Caramba!