Estoy sometido a una terapia psicológica, porque quiero ver el mundial por televisión y hacerlo tranquilamente.No es fácil soslayar la pena negra y amarga de no estar en la ceremonia inaugural para que el mundo vea lo que no verá, pero que todavía imagino: la generación dorada bajo el pabellón patrio en lo más alto de Moscú.En vez de esa visión fantástica, que habría sido la justa y correcta, veremos algo muy distinto.Cuento las horas para las once de la mañana del jueves 14 de junio, en realidad un poco antes, porque lo veo salir a la cancha sin turbante ni túnica, pero peinado a la gomina y con la sonrisa de par en par. Le dicen Macanudo.
No coloco en un solo cuello la razón de nuestro fracaso y me parece injusto concentrarlo en el flamante director técnico de la selección de Arabia Saudita, pero no puedo evitarlo. Y por eso, por cierto, estoy en tratamiento.El doctor me dio una pelota de goma que ahora estoy mordiendo y eso, la verdad, algo descomprime la terrible tensión.
No debo mortificarme, pero Juan Antonio Pizzi, un entrenador con el don saltón y alado de la ubicuidad, cumplió 50 floridos abriles el pasado jueves 7.
Y de seguro que el rey Salman bin Abdulaziz, que es generoso y mano de guagua, le hizo un presente, puede que algún adorno de joyería o una valiosa prenda de oro puro y de ley.No quiero que me afecte ni física ni emocionalmente su aparición en la ceremonia inaugural del Mundial 2018. Rusia enfrenta a los dirigidos de Pizzi, un entrenador que partió triste y medio lloroso, pero no hizo duelo y no guardó luto ni siquiera por un par de meses, porque renunció un 10 de octubre y firmó un 28 de noviembre. Trato de evitar las cuentas odiosas, pero no es simple.
Necesito otra pelota de goma, porque esta se me desgranó.Lo imagino tostado, pero con el tostado fascinante que otorga la Costa del Sol española, porque con su equipo estuvo concentrado en Marbella, España.
La realeza saudí, por esos parajes de jolgorio y ensueño, es dueña de villas, fincas y mansiones, y les pertenece medio Puerto Banús. También los palacios Al Riyad y El Rocío, y por cierto la mezquita del lugar.Veo a Macanudo frente al Mediterráneo, donde se tomó un gazpacho y un vinito de jerez, porque allá diseñó a su equipo inaugural, para un mundial que verá más de medio mundo, y en ese acontecimiento y desde la banca, Pizzi será protagonista, estrella y figura.
Lo pienso y el ardor me carcome, terribles ofensas recorren mi mente y se me revuelven las escrituras, porque regreso a la travesía y veo el resultado: el que llegó fue Moisés, pero no el pueblo prometido y menos su selección.Así que muerdo la pelota.Quisiera que fuera el mundial de la transición, es decir, un espectáculo plomizo, burocrático, cuidadoso y aburrido, para que el tiempo pase rápido y sea más fácil el olvido.¿Por quién voy y cuál es mi equipo?Rusia en la inauguración.
Por los hermanos uruguayos, el miércoles 20.Y por Egipto y Salah (Mohamed, no Arturo), el lunes 25. Que me perdonen el rey Salman bin Abdulaziz y el pueblo de Arabia Saudita.