Jaime Valdés anunció hace una semana por redes sociales que estaba listo para dar un paso al costado. Lo que nadie sabe, o por lo menos nadie ha hecho público, es si "Pajarito" ha adelantado su retiro para ejecutarlo cuando se cumpla su contrato con Colo Colo -a fines de 2019- o si su avance informativo por Instagram fue una forma moderna de comunicar que colgó los botines. Es posible, dicen desde el Monumental, que hoy viernes se conozca la decisión final o la fecha del suceso. Pero lo que está claro es que la jubilación futbolística de Valdés ¡a los 37 años! es una tremenda contrariedad para los albos.
El retiro profesional es una de las determinaciones más íntimas que se puedan adoptar, en consecuencia, muy poco discutible técnicamente. Nadie mejor que uno para saber cuándo es el momento de largar o si el combustible interno es suficiente para volver a reencantarse. Da la impresión, por la poca información que entregó Valdés, que su bajísimo semestre esta temporada lo ha dejado con un nivel de frustración propio de un futbolista que durante más de una década jugó en un mundo hiper profesionalizado como el italiano. Acostumbrado a rendir en un estándar de excelencia, independiente de que se desempeñe en un torneo como el chileno, cumplir mediocremente debe representar un peso dos o tres veces superior al que siente alguien que nunca en su vida ha experimentado el alto rendimiento.
El debate está en que para Colo Colo y su entrenador, la presencia de Valdés sigue siendo algo más que un aporte. Primero, por la indiscutible calidad del volante, y segundo, porque pese a todas las razones técnicas que puedan estimarse (edad, recuperación física, intensidad de juego), "Pajarito" no tiene un sustituto en el plantel. Valdés sigue siendo relevante en la conducción del entramado del mediocampo albo y un referente vigente en la construcción ofensiva, aunque su poderío goleador haya disminuido durante este año. Reemplazarlo para enfrentar la segunda rueda del torneo y los octavos de Copa Libertadores no significa solo un ejercicio financiero sino que, dados los plazos, una apuesta riesgosa en caso de que se fuera a buscar un refuerzo al extranjero.
Tiene entonces Valdés un intríngulis que no solo lo involucra emocionalmente, sino que lo compromete con quien ha dicho se siente agradecido por haberlo traído de vuelta a Chile: el club con el que mantiene un contrato. Quizás ahora se haya arrepentido de haber explicitado un pensamiento que dada su larga trayectoria le debe recorrer la mente a cada instante, a cambio de haber negociado una partida acaso más confidencial y bastante menos polémica. Pero hoy solo él tiene la respuesta a una pregunta que debe enfrentar diariamente: ¿Me voy cuando aún sigo integrando la elite o me despido cuando ya ni siquiera me consideren como titular?