Un gran poeta, Apollinaire, dijo: "Lo desconocido ofrece sus flores a quien quiera tomarlas; llamas ignoradas queman colores nunca vistos, mil fantasmas están ahí... esperando alimentarse".
Freud fue más lejos aun y sostuvo que la "gran realidad" existe solo en el inconsciente y a través de algunas formas de asociación, y de los sueños, puede expresarse la verdadera personalidad. Para algunos, el misterio es un incentivo de búsqueda, un empujón a salir a buscar respuestas. Lamentablemente, para la mayoría, el misterio es peligroso, amenazante.
Es normal que así sea, porque si escucho que ha pasado algo, pongo la radio o la tele y rápidamente me informo y salgo de la duda. O llamo por teléfono o mando un salvador WhatsApp, (que puedo usar aun en reuniones) y me quedo tranquilo.
Sin embargo, y a pesar de la inmediatez de la información, el misterio está presente en la vida de todos. Somos misteriosos aun para nosotros mismos. Y entonces trasladamos lo que queda sin respuesta a un segundo plano, para disminuir la inquietud. Pero vuelve a aparecer de tanto en tanto.
Es cierto que un don de la inteligencia humana es necesitar comprender el mundo en que vive y gracias a ese don el mundo avanza a lugares recónditos y hoy pueden describir hasta las células más pequeñas para luego hacer los cambios que la humanidad necesita para vivir mejor.
Pero el misterio nunca desaparece. Es tenaz. Y si bien inquieta, es también maravilloso. El misterio es necesario y bueno porque nos abre la posibilidad de la humildad.
Seguimos siendo estos seres vivos, inteligentes, capaces de controlar enfermedades, de llegar a la luna. Mantenemos la curiosidad de conocer el mundo en que vivimos. Pero no somos dioses. Y lo central de nuestra humanidad es constatar que hay tantas cosas que no sabemos, y emprender la búsqueda de respuestas ante lo que permanece desconocido o inexplicable. Pero lo que es una gran condición puede transformarse en un vicio. Si el no comprender se transforma en angustia, es que lo que ha aparecido es el miedo. Y el miedo paraliza, asusta, inseguriza, no nos lleva a descubrir, no nos hace conquistadores de nuevos mundos. Reivindicar el misterio es poético, es propio de los grandes hombres, es una gran condición para la vida.