Cada exhibición de Benjamín Lira resulta capaz de sorprender. La actual, en Sala Gasco, se remonta a sus orígenes como artista. Así, de los dieciocho años de edad ya nos entrega una obra de arte autónoma. Si esta construcción se fundamenta en los objetos encontrados del dadaísmo y los ensamblados del posterior pop art, su título extravagante alude directamente al surrealismo: "Máquina para oír el crecimiento de las plantas". ¡Con qué eficiencia formal conjuga aquí sus homogéneos elementos esta maquinaria enigmática, fantasiosa, donde el audaz color único la unifica aún más!
Sin embargo, a ella se agrega mucho más. Son trabajos diversos de distintos años:
collages planos, volumétricos ensamblajes y esculturas de materias heterogéneas, cajas construidas con figuras pequeñas, pinturas sobre soporte insólito. La calidez inventiva del artista, la permanencia lúdica de su propia infancia, la riqueza incansable de los choques tan refinados del color convierten el amplio repertorio de estas obras en verdaderos juguetes mágicos, nacidos en la intimidad de un gabinete personalísimo. Dentro del interés mantenido del nutrido conjunto, valga detenerse en ciertas ejecuciones. Cabría comenzar por los siete integrantes de la serie "Construcciones" (1992-1997). Se trata de
collages muy hermosos con cartón y maderas, plenos de colorido y dispuestos en un mismo plano. Aunque no figurativos, sí insinúan arquitecturas, cuya ausencia de perspectiva evoca aromas medievales. Sigue a continuación otra serie (1993-2018), también ligada a la pintura: antiguas pizarras escolares intervenidas con óleo que definen las cabezas y medios cuerpos masculinos, típicos del autor maduro. Unas pocas llevan pegados huesos a modo de nariz. Su atractivo cabría considerarlo menos novedoso que el resto de la exhibición.
En cambio, fascinantes emergen por su fresca inventiva las cajas con objetos. Allí, donde el surrealismo traspasa al pop art, llama la atención la calidad de los viejos materiales, recreados dentro de un nuevo contexto capaz de impregnarlos de ricas significaciones. Muchas merecen ser especialmente destacadas. Empecemos por la protagonizada por un busto femenino casi diminuto e impasible ante la invasión de una araña negra; de 2000-2014, equilibra su efecto terrorífico un frasco con polvo azul vibrante. A su lado, un ábaco infantil (1998) se fusiona con particular encanto con la más adecuada carta de naipe deteriorada. Notemos que a esta realización le bastan solo dos ingredientes para operar. Añadamos el aroma de Medio Oriente que exhala "Camellos" , los signos esotéricos de "Buzón", las filas reiteradas en las "Vacas" de plomo, todos del 2000 en adelante y provistos de azules intensos y de distinta elocuencia.
Por su parte, "Diván" (1996) abandona la forma de caja, acercándose en cierta manera a la escultura. Su torre con larga escalera resguardan la quietud onírica de una cabeza que reposa encima de una mano. Dentro de la misma atmósfera surrealista y mediante restos de objetos en leño, la temprana "Canon" (1984) y el muy actual "Lingam" (20017) constituyen del todo volúmenes escultóricos. El primero resulta una transfiguración de la figura humana juvenil, airosa y desafiante. La segunda, al contrario, se traduce en una abstracción que agrega metal en desuso; imagen espléndida, poderosa, permite varias interpretaciones de parte del espectador.
Adasmes, Birke
Galería Isabel Aninat se ha establecido en un local flamante, por el momento -esperamos sea por muy poco tiempo- de nada fácil acceso. Su sala principal ofrece una corta retrospectiva de Elías Adasme, artista chileno residente desde hace 35 años en Puerto Rico. Comprende amplias fotografías, básicamente en blanco y negro. Puede apreciarse, así, el políptico de su recordada acción de arte "A Chile" (1979-1980), donde se cuelga en el Metro Salvador con su cuerpo invertido, junto a un mapa de nuestro territorio dispuesto correctamente. La alusión política a aquellos años de crisis no puede ser más genuina, clara y directa. Otra estampa suya que descuella corresponde, ahora con el colorido justo, a dos desastres impresos simultáneamente en su tórax: los incendios del Palacio de La Moneda y la destrucción de las neoyorquinas Twin Towers. No obstante, el atractivo mayor reside en una instalación hermosa, "Pan Americano". La componen pasto, tierra, incrustados con panes auténticos, como soporte asimismo protagónico de un trío fotográfico con expresivas palabras encima y unido por una soga anudada.
Lejos están las construcciones con tela rosada de Julen Birke. Hoy día deja ver, en Galería Gabriela Mistral, una instalación con los más ásperos materiales naturales: gruesas piedras de río, con su suciedad intacta, y sometidas enseguida a la acción seleccionadora por calibre de grandes harneros de cobre, impecables, elegantes. Dentro del orden férreo de sus componentes, se provoca un juego sutil de montículos -¿tendrán que ver con nuestras serranías territoriales?-, cuyas dimensiones se enfrentan alternadas.
Benjamín Lira:
collages, construcciones y ensamblajes
Vistazo elocuente a otra vertiente creativa del artista
Lugar: Sala Gasco
Fecha: hasta el 13 de julio
El arte debe ser ineludible
Concisa retrospectiva dedicada a Elías Adasme
Lugar: Galería Aninat
Fecha: hasta el 3 de junio
Harnero
Instalación con piedras de río, de Julen Birke
Lugar: Gabriela Mistral
Fecha: hasta el 8 de junio