Hay pocas cosas menos
sexies (igual que las corbatas con ositos de Felipe Larraín o la ponchera de Girardi) que los discursos presidenciales conocidos como la "Cuenta Pública". Antes les decíamos "Discurso del 21 de Mayo" y por lo menos los podíamos ver en cama en un día feriado. Pero ahora ni eso.
El discurso suele ser largo. Puede durar dos o tres veces más que una serie de Netflix. O sea, laaargo. A ratos es muy técnico, o muy genérico. Lo usual es que nombre a personajes de libros de historia. Algunos conocidos, otros no. Y también es común que esté lleno de lugares comunes, si me permiten la redundancia.
Y el discurso de este año fue bastante fiel a la tradición de las cuentas públicas. Pero igual yo le encontré algunos momentos atractivos, casi seductores: algunas zonas erógenas.
El primer estímulo sensorial fue cuando la cámara enfocó en el público al fiscal que usa los bigotes como Dalí. A todos se nos vino a la mente "La Casa de Papel". Nos imaginamos que un grupo de bandidos se tomaba el Congreso Nacional, pero en vez de comenzar a emitir billetes los secuestradores se ponían a despachar leyes, una tras otra. Métale vacaciones indefinidas, gratuidad total para todo, derechos ilimitados y cero obligaciones.
También me pareció entretenido cuando Piñera se fue contra la retroexcavadora de la era Bachelet y denunció que su gobierno había tenido el peor desempeño económico en tres décadas. No estoy de acuerdo con los que critican ese capítulo del discurso. Fue la única parte que tuvo algo de rosca.
¿Y no les pareció a ustedes que cuando el Presidente tocó el tema de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y se produjo una ovación del público, y luego enfocaron a Cecilia Morel, ella parecía emocionada hasta las lágrimas?
Revisen el video (¡supongo que grabaron, como el documento histórico que es, el primer discurso del segundo mandato de Sebastián Piñera!); yo juraría que vi a la Primera Dama conmovida con esas palabras ("¿Misión cumplida?", habrá pensado).
También me sorprendí con el famoso tema de "poner a los niños primero en la fila". Obviamente, estoy de acuerdo con el principio, pero he escuchado tantas veces esa estrofa, cantada por tantos tenores distintos, que creo que si la oigo una vez más me va a dar un
shock alérgico. Pero aquí "NumberOne" le dio un giro al concepto que tuvo su chispa. A propósito de las adopciones -y supongo que teniendo en mente el debate por las adopciones de personas homosexuales-, dijo que son los niños los que tienen el derecho a ser adoptados, y que no se trata de un derecho de los adultos que quieren adoptar. Reconozco que no lo había visto de ese modo.
Otros giros estimulantes que encontré en el discurso: introducir el concepto de "incivilidades" (botar basura en la calle, hacer ruidos molestos, etc.), si bien creo que se quedó corto con la enumeración; o plantear que los ancianos, los inmigrantes, los enfermos, los niños y los presos también pueden ser víctimas de violaciones a los derechos humanos.
De acuerdo, mis zonas erógenas del discurso no dan para guion de película para adultos, pero al menos para mí fueron algunas de las partes burbujeantes de una cuenta pública que por defecto parece condenada a ser una lata.