Las recopilaciones de columnas son una apuesta arriesgada. Escritas al calor de la coyuntura o simplemente en un contexto determinado, su apuesta suele ser por el presente, por el momento, y no por la permanencia en el tiempo como textos dotados de autonomía y resistencia al tiempo (un cierto lapso, claro que sí, nadie, al menos en el ámbito de la escritura, se la juega por la eternidad). Hay varias maneras de conjurar el riesgo. La primera, elemental, es el cultivo de un estilo, de un modo de decir que resulte atractivo ya solo por el hilado de las frases y la estructura del texto que se ofrece finalmente a los ojos del lector. En este punto, la autora sale airosa. Alejandro Zambra, en el prólogo, lleva su admiración hasta el ditirambo, cuando afirma que "hay editores que escriben mejor que los autores que publican", frase que hay que tomar con un sano escepticismo. Hay estilo, sí, y buenas estructuras narrativas, lo que asegura que la navegación por el libro sea placentera, aunque a veces el excesivo recurso a la digresión no deja ver bien el hilo narrativo.
La segunda es la propuesta de temas desgajados de la coyuntura, aunque no puedan evadir el contexto. Las columnas que Andrea Palet fue publicando a lo largo de 15 años, en distintos medios y con extensiones variables, están bajo el paraguas de la cultura en su sentido más amplio e inclusivo, y pueden ir desde el coleccionismo a las series televisivas, de textos sobre libros (que no se ciñen a las convenciones de la reseña clásica) a lecturas varias, a música, a columnas que despiertan por una frase, por un disco, por una reflexión al pasar que en un momento se convierte en pregunta acuciante. Así, estas columnas, si bien están inscritas en un tiempo determinado, logran vadear, en la mayoría de los casos, el torrente de inmediatez que nos asalta a diario. Y la tercera, y quizá la más importante, es la construcción de un personaje. Como pocos columnistas en Chile, un país tan pudoroso, la autora escribe sus columnas en primera persona e incluso interpela al lector colectivo, ese "ustedes" que designa a todo el que lee. Tiene dichos que se repiten ("me importa un fleco"), hace frecuentes alusiones a sus hijos, recurre con frecuencia a la exposición de sus fobias y filias, habla de su infancia, de los libros que la marcaron, en fin. Hay un yo que se hace presente: poco importa establecer cuánto hay de ficticio o de real en él. Desde el momento en que ese yo se manifiesta en la escritura, es un personaje. El libro es una invitación a tomarle el pulso.
Andrea Palet.
Ediciones Bastante,
Santiago, 2017.
148 páginas.