Para quienes se declaran católicos, nuestra Iglesia vive momentos aciagos. No obstante, en su reciente carta al pueblo católico, en el punto 5, el Papa Francisco señala, con claridad, orientaciones muy significativas, entre las cuales se refiere a la fe, nada menos, en los siguientes términos: "Digámoslo claro: todos los medios que atenten contra la dignidad e integridad de las personas son anti-evangélicos: por tanto es preciso también generar procesos de Fe donde se aprenda a saber cuándo es necesario dudar y cuando no. La doctrina, o mejor, nuestra comprensión y expresión de ella, no es un sistema cerrado privado de dinámicas capaces de generar interrogantes, dudas, cuestionamientos...". Más adelante llama "a promover una fe madura, adulta, que asuma el humus vital del Pueblo de Dios con sus búsquedas y cuestionamientos". El Papa llama a generar comunidades de fe abiertas desde interior a la confrontación (sic) y libres de pensamientos cerrados y autorreferenciales. Más arriba había dicho que la salvación de Cristo "es siempre una oferta, un don que reclama y exige la libertad". Me parece que esta invitación papal es alentadora y luminosa no solo para alumbrar las tinieblas que se viven actualmente, sino para repensar toda la formación religiosa en la familia, los colegios y las comunidades, porque ilustra una manera de entender la fe y de relacionarse con Dios que es estricta y peculiarmente cristiana y que asumida de ese modo aleja al cristiano de todo tipo de fanatismo y abuso. La fe en Dios, según esta mirada, no solo tolera las dudas y cuestionamientos, sino que madura en un clima que promueve no la cerrazón y la afirmación coactiva de una doctrina, sino la búsqueda y los cuestionamientos. Lo que plantea el Papa es una paradoja: mientras más se intenta imponer la fe, esta huye y se ofusca; mientras más se abre a la duda y a la deliberación, se fortalece. El Papa, curioso en un jesuita, no quiere formar feligreses militantes, con fe de carbonero, sino creyentes maduros, capaces de discernir "cuando es necesario dudar y cuando no", para lo cual es preciso alejar el miedo a las dinámicas de duda y cuestionamiento. Podría parecer audaz sostener que en ciertos momentos es "necesario" dudar, pero eso es lo que dice. El "humus" del Pueblo de Dios, que el Papa llama a escuchar y asumir en las distintas comunidades de fieles, está compuesto de un material heterogéneo (búsquedas, sueños, confrontación), en el cual el respeto de la libertad exige máxima delicadeza.
Las palabras del Papa Francisco caen como un bálsamo porque durante décadas, en los hechos, se han practicado demasiadas veces "abusos de fe", exigiendo una adhesión sofocante, cerrada y monolítica.