Imposible ser resiliente, optimista o emprendedor si no aprendemos de la propia experiencia.
Tanto es así que algunos definen la inteligencia como la capacidad de no repetir.
Hay que elaborar un proyecto propio para que el pasado no nos consuma, no nos haga repetir. Primero hay que tomar distancia emocional frente al tipo de problemas en que con frecuencia nos encontramos y donde tendemos a repetir la actuación anterior y, por ende, volvemos a fracasar. Basta mirar alrededor para constatar que las personas reaccionan de un modo diferente ante la adversidad, solo que algunos repiten y otros innovan. No se trata de innovar convirtiéndonos en alguien que no somos. Como dicen en el campo, hay que arrear con los bueyes que se tienen. Sí, pero esos bueyes pueden estar limpios o sucios, pueden controlarnos o aceptar nuestro control, pueden imponerse o solo insinuarse. De manera que, nos guste o no, con los bueyes que tenemos debemos enfrentar un problema recurrente con creatividad, imaginación, audacia y sí...con miedo. Pero un miedo del que podemos hacernos amigos o que puede convertirse en un esclavizador.
La tendencia cuando una experiencia nos hiere o fracasa en nuestra expectativa es:
Aislarse: me escondo del miedo, o sea, niego que esté presente.
Usar la negación: hago callar a los recuerdos que me produjeron el miedo en el pasado, como si no existieran, porque mirarlos me asusta aun más.
Acelerar hacia adelante, huir: no miramos el miedo, no queremos asociarlo a experiencias dolorosas, entonces apretamos el acelerador y huimos hacia el futuro. Tratamos de borrar así el presente.
Intelectualizar: Si comprendo porque analizo seriamente, entonces creo que estoy dominando la emoción insoportable.
Nos ponemos creativos: o sea, nos inventamos un discurso donde en realidad el dolor no fue tanto y fue muy útil para nosotros. Es como escribir una novela de terror con final feliz.
Todos estos mecanismos son difíciles de instalar, cuestan mucha energía, pero pueden ser necesarios en el momento de mayor miedo. Y útiles. Siempre que no se queden a vivir con nosotros.
La anestesia puede ser muy útil en un momento, porque disminuye el sufrimiento y nos deja actuar con más creatividad. Pero es un mecanismo de socorro, no puede quedarse. Si se queda, no vamos a aprender y, por ende, vamos a repetir.