No es el momento para que se vayan todos en Universidad de Chile, pero sí varios.
Empecemos por lo elemental: este fracaso en la Copa Libertadores y en lo que va del torneo Nacional no puede ser sorpresivo, atendiendo sobre todo la campaña del último mes. Más todavía si a la dirigencia, inconsistente, temerosa, urgida hasta el tuétano por revertir la tendencia a la baja, le da por pretender resolver el problema desahuciando al entrenador y sustituyéndolo por una dupla sin experiencia, bien intencionada, pletórica de simbolismo azul, pero carente de tiempo y espacios como para proponer un trabajo profundo, serio, propio, eficaz.
Más que sorpresa, entonces, lo que debe haber es la constatación de un hecho indesmentible, doloroso pero inimpugnable: Universidad de Chile tiene que deshacerse de varios jugadores que han sido referentes y de otros que no dan el ancho ni el tono para enfrentar las exigencias de un club grande. La U debe asumir que es necesario hacer el sacrificio del recambio generacional, aun cuando corra el riesgo de no disputar el título o incluso no clasificar a un torneo internacional en 2019.
La renovación de Johnny Herrera debe quedar supeditada a su rendimiento en lo que resta de temporada. Negociar por dos años más, como quiere el capitán, es un despropósito, independiente de su peso específico dentro del camarín y su relevancia mediática. Herrera es un caso especial, sin duda, pero tampoco puede ser una excepción, tratándose de un meta de 37 años, cuyo físico ha dado muestras de flaqueza que le ha costado a la U más de un resultado adverso.
Gonzalo Jara ya superó al más paciente de sus abanderados y aunque recupere el nivel que alguna vez lució en la selección, su paso por la U, plagado de errores individuales y conductuales dentro de la cancha, no podrá revertirse. Futbolísticamente perdió estatura y emocionalmente su fragilidad conspira contra cualquier intención de resarcimiento.
Y si de confianza se trata, Christian Vilches también corre descartado, al igual que Matías Rodríguez, un jugador útil, pero al que tampoco se le puede premiar renovándole por más de un temporada, y no dos o tres como él anhela. La irrelevancia de Fabián Monzón nadie puede discutirla, y solo hay que decirle gracias por la entrega.
La continuidad de Jean Beausejour parece hoy remitirse a una decisión personal. Admitiendo su competencia, nadie puede quedarse obligado en un lugar. Como tampoco puede la U tener que responder a ambiciones fuera de lugar, como parece ser la de Mauricio Pinilla y su voluntad de prolongar su contrato con la U por tres temporadas más. El delantero, un ícono, le debe a Universidad de Chile al menos un gesto de autocrítica cuando tenga que negociar su contrato. ¿Está en condiciones de rendir al máximo de aquí al 2021?
Sobre los refuerzos Rafael Vaz y Armando Cooper no vale la pena pronunciarse hasta que ellos no lo hagan dentro del campo. Y a otros hay que rendirles un homenaje, por los servicios prestados, a fines de año: Gustavo Lorenzetti, Felipe Seymour y Leandro Benegas. Y a David Pizarro hay que nombrarlo presidente vitalicio por ser el único que realmente tiene sentido de realidad al anunciar que se retira sea cual fuere la oferta que le puedan hacer.